Oh well, whatever, nevermind [+18] [Español]

38. CORALINE

Sometimes it feels like I've got a war in my mind

I want to get off, but I keep ridin' the ride

I never really noticed that I had to decide

To play someone's game or live my own life

—Get Free – Lana del Rey

CORALINE

La mayoría de las veces evitamos entrar en esos recuerdos pero, tarde o temprano, terminas por verlos, cada uno frente a tus ojos como cintas de aquella película que evitas por más que te insistan, porque sabes lo que provoca en ti, conoces lo que sientes y lo que darías porque no fuese así.

Pero hay otras veces en las que no puedes huir de ellos, te acorralan y debes revivir cada sensación y explosión de emociones amargas y repulsivas.

Ahora debo hacerlo.

¿Lo diferente? Él.

Kurt escucha atento, hay veces en las que sujeta con mayor fuerza mi mano entre las suyas, y no se aleja, cumple con lo dicho, me permite seguir cuando estoy lista. Todo sin interrumpir o demostrar ganas de querer hacerlo.

Tomo mucho aire cada tanto para poder seguir luego de soltar muchas cosas de forma rápida o porque en sí el tema se me hace muy pesado, pero debo admitir que se siente bien poder descargarme, no lo hacía desde hace meses, no con alguien, mayormente soy solo yo y el ruido de mi mente.

Lo mucho que quisiera bloquear mis voces, pero al final son solo ellas las que me animan a seguir.

Y, ahora, además de sus ojos cálidos, sé que tendré su voz. Sé que tendré palabras de apoyo que ya no tendrán que surgir de mí misma. Unos brazos que no serán los míos. Un calor distinto al que obtengo en mi propia soledad.

Ya no estoy sola.

Ya no me siento sola.

No me manda a callar cuando hablo de los primeros meses con papá, con sus argumentos que me parecían muy válidos en ese entonces sobre que debía arrodillarme frente a una cruz y rezar luego de no haber recogido mis lápices de colores, el cómo a veces eso no era suficiente y debía recibir golpes del cuero de su cinturón contra mi espalda, o con la hebilla de este si se le antojaba. El dolor justificado que sentía en mis orejas porque él me las apretaba con fuerza por culpa de haber hecho un gesto ''inadecuado'' en algún sitio. Los gritos que recibía si sacaba un punto menos del puntaje máximo en algo de la escuela. El tener que encerrarme en el baño para llorar con apenas diez años porque ya comprendía que si lo hacía frente a él ''me daría motivos para llorar de verdad''. La manera en la que lo tenía de ejemplo a seguir e incluso recitaba sus frases a mis compañeros porque se me hacían muy célebres, pero que al llegar a casa debía tener un ojo en la tarea y otro en el exterior para estar atenta por si mi madre necesitaba ''ayuda''.