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7 de diciembre de 1964

Decir que estaba asustado sería poco.

No le gustaba para nada ese lugar. Mucho menos en las noches.

Y ahora estaba ahí, encerrado junto a otro chico, completamente desolado y aterrado.

Los pasos en el pasillo de frente lo hicieron taparse la boca y retroceder, entrando en pánico, observando con los ojos bien abiertos las puertas selladas.

—Nadie te escuchará, no te preocupes.

La voz de Quackity lo alteró más, hasta que se dio cuenta de que efectivamente decía la verdad, pues los pasos siguieron de largo, ignorando totalmente la biblioteca.

Aquello por fin le permitió relajarse un poco. Pero solo un poco, porque siempre había sido una persona un tanto asustadiza.

—Tranquilízate, Wilbur. Nadie te hará daño— intento convencer el pelinegro, posicionándose a un lado suyo, observándole con atención.

—Es solo que... no lo sé...

—Probablemente sean las tres de la mañana, no tarda en amanecer.

—¡Eso es peor! van a matarme si me encuentran aquí...

—No tengo más que decir...

Eso provocó que el castaño pegara un chillido aterrado, causando una suave pero linda risa en Quackity.

—Ningún doctor suele pisar este lugar, así que no tienes de que preocuparte.

—¿Cómo sabes eso?

—Digamos que este es mi lugar de descanso.

Wilbur simplemente asintió, comenzando a tranquilizarse por completo y dejando de retener en aire para respirar con normalidad.

—Ah... ¿entonces que haremos mientras se hace de día?

—Me gustaría conocerte más, Wil.

La mirada del menor estaba encima suyo, llena de curiosidad que necesitaba saciar.

—¿Cómo que?

—No luces como alguien que debería de estar aquí...

—No, creo que no...— murmuro el castaño con la voz temblorosa debido al frío, observando a sus alrededores.

Era una época helada y lo único que tenían para cubrirse eran cientos de libros viejos y algo aburridos.

—¿También te trajeron a la fuerza...?

La pregunta del pelinegro lo descoloco, volteando hacia él con sorpresa y asintiendo lentamente, en busca de hacerle saber que aquellas palabras lo habían confundido.

—¿A ti igual...?

—Sí. Hace muchísimo tiempo.

Eso rompió un poco su corazón. ¿Cómo pudieron abandonar en ese lugar a un chico tan frágil como lo era él?

Idiotas.

—Yo solo llevo... algunos días...

—Lo se. Solemos recibir mucha gente nueva cada año.

—¿Tú crees que podamos escapar...?

La pregunta de Wilbur congelo al pelinegro, quien ahora lucia como la primera vez que lo vio, aterrado y pequeño.

—No... de aquí ya nadie logra salir.

—Yo creo que si.

Quackity sonrió débilmente, como si hubiera recordado algo que le trajo nostalgia, levantándose con cuidado de donde estaba para ir hacia una de las esquinas, señalando el lugar.

—Aquí hace menos frío. Acuéstate a descansar, creo que aún puedes dormir un poco.

El castaño le agradeció y se levantó también para ir hacia donde le había indicado, acomodándose en ese reducido espacio.

Acercó su mano para tomar la del de ojos negros, pero este rápidamente apartó la suya, pasando saliva.

Bien, quizás no le gustaba el contacto físico, lo anotaría mentalmente.

Simplemente se relajó para descansar tal y como el menor le había pedido, quedándose dormido a los pocos minutos, con un solo pensamiento en mente.

Quackity.

Diary of... [Quackbur]Where stories live. Discover now