3

624 102 50
                                    

6 de diciembre de 1964

Compartía habitación con tres niños que ni siquiera le dirigían la palabra. Pudo ser peor, se dijo a sí mismo en un intento de minimizar la soledad y el miedo que sentía.

Había notado que los médicos eran demasiado estrictos. En serio demasiado.

Si le preguntaran cuantas veces había comido desde que había llegado a ese lugar, podría decir dos y dudando.

Un pan con mantequilla era todo lo que traía en el estómago.

Ahora mismo se encontraba sentado en el mismo lugar de aquel día cuando conoció a aquellos dos seres extraños llamados Dream y Sapnap, bastante tranquilo, leyendo uno de los libros que había tomado de una estantería.

Hace unas horas había descubierto que efectivamente aquella era una biblioteca, pero no una ordinaria, no cualquiera podía ingresar como a la zona.

Estaba tan entretenido con su lectura que no se dio cuenta cuando alguien se sentó a su lado, hasta que otra respiración se hizo presente en el lugar.

Bajo con cuidado el libro entre sus manos para voltear curiosamente hacia el chico que estaba a su derecha, sorprendiéndose bastante al notar que era el mismo pelinegro que había huido de él cuando intentó acercársele.

Seguía trayendo los mismos ropajes de ese día y no parecía estarle prestando atención, pero le causaba una extraña sensación en su pecho debido a su mirada perdida.

Sin embargo, no quería asustarlo al estarlo observando por mucho tiempo.

—No soy mudo, por si te lo preguntabas.

Escuchó la voz de aquel chico por fin. Era mucho más suave de lo que se imaginó, tan tranquila que transmitía paz.

Y a pesar de haber dicho aquello, su cuerpo aún lucia tenso. Como si estuviera aterrado de algo. O de alguien.

—No creí que fueras mudo... solo tímido— le respondió, apenas sonriendo, pues quería hacerlo entrar en confianza y que dejara de verse tan arisco.

El menor lo miro y todo se detuvo por unos instantes. Sus ojos rojizos chocaron contra los negros del contrario, causando que su respiración se detuviera por unos cuantos segundos.

—Lo soy...

No tardo mucho en recomponer la compostura, intentando actuar normal.

—¿Cómo te llamas?

—Quackity...

—Yo me llamo Wilbur.

—Que lindo nombre...

—¡El tuyo igual!

El castaño no supo de donde sacó aquella personalidad hiperactiva y risueña, pero se dio cuenta de que había acertado cuando la postura del más pequeño comenzó a relajarse y sus ojos negros brillaron mientras lo observaban con total atención.

Sus labios se movieron por si solos, comenzando a platicar con el menor de cualquier cosa, sin meterse a temas personales como familia o porque estaba ahí, solo intentando sacarle una sonrisa.

Aquello realmente pareció funcionar.

Estaban teniendo una plática amena y duradera.

Tanto así que no se dio cuenta cuando fue que oscureció hasta que todas las luces fueron apagadas y las puertas de la biblioteca estuvieron cerradas, dejándolos atrapados.

Aunque Quackity realmente no parecía preocupado.

Diary of... [Quackbur]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt