Capítulo 1: EL CALLEJÓN

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Sea quien sea, estaba a contraluz. Valeria se enfocó en él, ajustando su vista sobrenatural a la oscuridad de la noche. Era un chico de altura promedio, tenía una complexión delgada sin músculos. Vestía una sudadera verde y oscura, bajo una chaqueta azul con franjas azules en las mangas. Llevaba puestos unos pantalones vaqueros y unas zapatillas blancas deportivas. Su rostro estaba cubierto con una máscara y unos lentes de nieve y llevaba consigo un arma que parecía ser un lanzagranadas cubierto por cables y luces que ella no entendía.

El sonido al recargar el arma hizo volver en sí a Valeria.

—¡Dejen en paz a la chica! —fue lo primero que escuchó de este misterioso justiciero.

—No puede ser, ¿otra vez tú? —exclamó Esteban bastante irritado—. ¿No te bastó con la paliza que te dimos la otra vez?

—Lo dejamos como un amistoso empate —respondió el chico dejando a la vista su impertinencia, o tal vez valentía ante la diferencia de fuerza notable entre ellos.

—¡A él!

Juan y Carlos corrieron hacia él. El muchacho disparó unas papas hacia ellos que noqueó a Juan, y el otro recibió un golpe de la culata del arma.

—¿Qué esperas? ¡Corre! —gritó el chico hacia Valeria, que parecía aún desconcertada por lo sucedido.

Al ver que sus compañeros caían tan rápidamente ante este patético disque héroe, Esteban corrió y tomó al chico de la cintura, echándolo al suelo.

—Nunca aprendes, ¿verdad?

—Lo siento, soy de lento aprendizaje —respondió el chico casi sin aliento.

Entonces Esteban le quitó la máscara.

—Vaya, vaya... Benny Williams —dijo el matón con una sonrisa maliciosa en su rostro—. ¿Cómo te ha tratado la vida en estos años?

—Bien, hasta que vi tu fea cara —respondió el chico.

—Siempre tan impertinente. ¡Vas a pagar por la broma del asiento que me hiciste en el colegio!

Benny soltó una risa burlona.

—Sí, te veías tan gracioso con la silla pegada a tu trasero. Te lo merecías después de golpear a mis amigos en los pasillos...

—¡Maldito mocoso!

De allí, Esteban le dio un puñetazo a Benny en la cara con tanta fuerza que lo hizo voltearse y escupir sangre al piso.

—Te arrepentirás de haber molestado por años mi trabajo —dijo Esteban levantándose y recuperando su imponente altura.

Benny se levantó y golpeó a Esteban en la cara. El golpe no le había dolido, pero la fuerza había hecho que este se tambaleara hacia atrás. Benny intentó irse contra él, pero Esteban le propinó una fuerte patada en el estómago que lo echó al suelo.

A unos metros de ellos, Valeria permanecía mirándolo. La sangre que brotaba del chico afloraba sus instintos más peligrosos. Empezó a hiperventilar. Sabía que estaba por perder el control. Cerró los ojos con fuerza, pero cuando los abrió, se volvieron rojos y brillantes. Luego se percató de su piel, ahora pálida y lechosa, pasó su lengua por sus dientes, sintiendo sus colmillos largos y afilados.

Tanto Juan como Carlos volvieron a levantarse y caminaron encantados al ver al muchacho en el suelo.

—¿Qué fue, Benny? ¿Te creías el héroe del barrio? —rió Carlos presionando los puños.

El grupo empezó a patear a Benny mientras seguía en el suelo. De pronto, un poderoso rugido hizo estruendo en todo el pasillo. El grupo se detuvo. Un adolorido Benny alzó la mirada y vio como una ráfaga pasaba frente a él y se llevaba a Carlos; al segundo siguiente fue golpeado contra la pared. Benny aprovechó esta distracción para tomar su bazuca que yacía a unos pocos centímetros y golpeó a Juan en la cara, luego en la entrepierna a Esteban.

—¡Nunca lo olvidaré! —chilló Esteban, con un tono agudo en voz que hizo que se escuchara muy graciosa.

Cuando el líder del matón cayó, Benny observó como la chica que había salvado estaba frente a él, pero su apariencia era diferente a la de antes. Estaba agazapada como si estuviera lista para atacar y jadeaba como como un animal salvaje. Logró fijarse en sus ojos, eran rojos y brillantes. Eso lo sobresaltó. La chica rugió mostrando sus colmillos como una bestia salida de una pesadilla. Sin embargo, ella guardó silencio unos segundos y permaneció quieta observándolo. Sus miradas parecieron conectar, sus ojos verdes y claros con sus ojos rojos y brillantes.

De pronto, el sonido de la sirena de una patrulla los interrumpió. El callejón se invadió del parpadeo azul y rojo de los faroles. Benny se dio la vuelta y vio a un hombre salir del coche. El chico de la bazuca se volvió hacia la vampira, pero ella ya no estaba.

—¡Benny! —gritó el detective Cortez, acercándose hacia el chico y apoyando la mano en su hombro—. ¿Estás bien?

El detective Hernán Cortez era un hombre alto y de buen porte físico, llevaba terno y corbata y un arma enfundada en el cinturón.

—Sí, todo bien.

—¿Los noqueaste tú solo?

—La bazuca funciona —Benny respondió con una sonrisa de oreja a oreja; obviamente no le iba a decir que una vampira lo había ayudado a derrotarlos.

—Igual no deberías estar aquí.

—¿Y qué pasará con ellos? —dijo Benny señalando a los matones que estaban desmayados en el suelo.

—Me quedaré esperando a los refuerzos, pero tú vete a casa. Ya fue suficiente del justiciero por una noche.

—¿Justiciero? ¿Así me llaman en la jefatura? ¿No tienen un nombre más genérico? —comentó Benny colgando su bazuca en su espalda.

Cortez le dirigió una mirada severa.

—De acuerdo, de acuerdo, me voy.

El chico caminó hacia la entrada del callejón, en donde le esperaba un joven policía de cabello rojizo y lentes oscuros. A Benny siempre se le había hecho ridículo que alguien usara lentes de sol en la noche, pero ya estaba harto de tener esa discusión.

—¿De nuevo, Benny? —se mofó Brian, que era como se llamaba el cadete.

Benny ni se molestó en contestar y volteó hacia la derecha en donde aguardaba una bicicleta de color rojo y franjas amarillas, con un papel pegado con cinta en la que estaba escrito: "La Nómada". Benny tomó a Nómada, su modesta bicicleta que había armado con restos de la basura, y se subió en ella.

Antes de irse, escuchó unos raspones en la pared, se volvió lentamente, pero no encontró nada. Sin embargo, ella estaba cerca y él lo sabía. Sea como sea, era mejor dejar el asunto para luego, aún no tenía el suficiente conocimiento para enfrentarse a algo como ella.

—¿Sucede algo? —habló Cortez.

—No, nada.

Y se fue pedaleando.

En el techo, Valeria se encontraba encapuchada, observando como el muchacho se alejaba del callejón en donde casi habría ocurrido una masacre de no ser por él. Era la primera vez que alguien se arriesgaba por ella de una forma tan desinteresada, y la primera vez que alguien no salía corriendo al verla convertida. Sintió curiosidad por él. "¿Quién era? ¿Por qué hacía eso? ¿Dónde vivía?"; las preguntas se acumulaban en su mente, pero sabía que nunca sería respondidas, esta sería la última vez que vería a este chico, o tal vez no. 

BENNY WILLIAMS: VAMPIROS EN LIMA - [COMPLETA]Where stories live. Discover now