Capítulo 6: LOS VISITANTES

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Había llegado el fin de semana. El profesor Facundo Castro había pasado toda la mañana escogiendo su mejor ropa, había comprado un ramo de flores y ahora caminaba por la acera a paso firme. Estaba nervioso, muy nervioso... y se reflejaba en su rostro sudoroso.

Cuando llegó al pórtico de la casa, el profesor Castro se detuvo y admiró la casa, reconociéndola como el lugar en el que después de una exitosa cita le propuso matrimonio a su amada Margaret. El profesor mostró una ligera sonrisa. Pronto, los recuerdos de su ruptura se hicieron presentes en su mente, ella le había dicho que se había obsesionado y él le decía que no se equivocaba. Desde el momento en el que estuvo frente a su pórtico, Castro supo que la misión de recuperarla no sería fácil. 

Entonces caminó a la puerta y tocó. Estaba esperando ver el rostro de su esposa, pero en su lugar vio a un hombre que no esperaba. De pronto, todo el discurso previo ensayado desapareció de su mente y se le hizo un nudo en la garganta cuando estuvo frente al Decano Escobedo.

—Facundo —dijo el decano sorprendido—. ¿Qué haces aquí? No esperaba verte...

—¿Ernesto? —Al profesor Castro le costó decirlo.

—No deberías estar aquí —dijo el decano, algo confundido mientras daba un pie fuera de la casa.

—¿Quién es, querido? —se escuchó una voz madura en el interior de la casa.

Alli apareció Margaret, llevaba un vestido negro y su rostro maquillado. Se detuvo en seco al ver a Facundo.

—¿Facundo?

El rostro del decano palideció en cuanto la mujer entró en escena.

Facundo ya no supo que decir y vio como Margaret, la mujer que había considerado el amor de su vida por tantos años, se reunía del lado del que era su mejor amigo.

—Facundo, ¿qué haces aquí? —la interrogante de la mujer había adquirido un tono de sorpresa, pero también de molestia.

—Yo... yo solo... quería ver a mi hija.

—Ella no quiere verte.

—Solo un rato, prometo que no me demoraré —insistió Facundo con la voz entrecortada.

—¿Qué haces aquí?

En ese momento, Facundo alzó la vista y observó a una adolescente al final del pasillo iluminado por la radiante luz solar. Era de baja estatura, con cabellos dorados enmarcando su rostro blanco con mejillas coloradas, y extendiéndose hasta por debajo de su cintura, llevaba una camiseta negra y unos shorts ajustados algo rasgados.

—Hija, yo...

—Quiero que te largues —disparó la joven y subió las escaleras a toda velocidad—. ¡No quiero volver a verte!

—¡Amanda, por favor! —gritó Facundo dando un paso hacia el interior de la casa, pero fue detenido por Margaret.

—¡No! —exclamó Margaret y el decano sostuvo a su mujer del hombro—. ¿Acaso no te das cuenta de lo que hiciste? Tu alboroto llegó a oídos de todos en su colegio. Todos se empezaron a burlar de ella por ti...

—Perdón, no lo sabía —tartamudeó Castro tímidamente.

—¿Cómo podrías saberlo? —espetó Margaret entrecerrando los ojos—. Tu mente estaba en otro lado, insistiendo y confiando ciegamente en la existencia de seres sobrenaturales. ¡Yo traté de apoyarte, pero me harté!

—Estoy cambiando —gimió el profesor—. Al fin entiendo que esas cosas no existían, por favor Margaret, podemos retomar lo nuestro.

Margaret estalló en una risa, manteniendo su actitud enojada.

BENNY WILLIAMS: VAMPIROS EN LIMA - [COMPLETA]Where stories live. Discover now