◈ Prólogo ◈

5.5K 406 57
                                    

"Descubrir con precisión lo que no ha sucedido y va a suceder es el privilegio inapreciable de todo hombre culto y de talento"
Oscar Wilde.

•Dos años y dos meses atrás•

Ojitos chiquitos - Don Omar.

Jameson:

Muchas personas creyeron que la tortura fue prohibida siglos atrás, pero obligarme a sentarme en un auto manejado por mi padre me parecía justamente eso.

Tortura.

Estaba considerando el hecho de que saltar por la ventana con la maldita camioneta en movimiento, no me lastimaría tanto cómo seguir oyendo sus estupideces.

Tati:
Animo campeón, estoy muy orgullosa de ti.

Yo:
Espero que lo estés diciendo porque realmente lo sientes y no porque necesites algo.
Dinero no tengo y paciencia tampoco.

Tati:
Como eres imbécil, de verdad.
Avísame cuando estés en tu dormitorio para llamarte, te extraño.

Yo:
Lo haré. Te amo.

Tati:
Yo a ti Jay.
No pelees con papá.

Yo:
No prometo nada.

Tati:
Es una orden.

Yo:
Qué lástima que deteste las órdenes.

Tati:
Come mierda.

Yo:
A tu ex ya te lo comiste tu.

Tati:
JO DE TE.

Yo:
;)

No entendía por qué se seguía preocupando una mierda por él, no lo merecía.

Me importaba un reverendo carajo si había nacido en una época distinta, tenía otro estilo de crianza o si su puta vida fue difícil.

Ninguno de nosotros tenía la culpa de su asquerosa forma de ser.

Tati:
No se te olvide preguntar sobre las pruebas de hockey, te desearía suerte, pero no la necesitas.

Y así de fácil el mal sabor de boca se me esfumó del cuerpo, la única persona capaz de sacarme una puta sonrisa en un momento como ese, era ella.

La extrañaba tanto... al menos estando en Watson la tendría un poco más cerca.

—¿A quién le sonríes Jameson? —preguntó mi madre mirándome por el espejo retrovisor con la ceja arqueada—. ¿Una novia?

Rodeé los ojos y me guardé el móvil en el bolsillo, por supuesto que lo primero que mi santa y bendita madre pensaría al verme sonreír sería por una jodida novia.

¿Qué acaso no me conocía?

No podía recordar la última vez que llevé a alguna chica a casa para presentárselas porque jamás pasó. Y dudaba que fuera a suceder en un futuro cercano.

Someter a una persona a convivir con mi familia me parecía tortura. Una extraña no se merecía esa clase de trauma. Y yo definitivamente no me responsabilizaría por los daños colaterales que le pudiesen causar.

Reforma los límites. Where stories live. Discover now