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Capítulo 2. Eso no fue un beso

Capítulo 2. Eso no fue un beso

Nino:

"Beso, beso, beso"

La simple palabra no deja de repetirse una y otra vez en mi mente al igual que repite la imagen de hace tres días en el karaoke. Aquella del... del... ¡Agh, como odio a mi cerebro en estos instantes por no bloquear lo que sí debería!

Miro hacia el frente pero no puedo poner atención a la clase, aunque sinceramente soy mejor en las clases de cocina que en clases de teoría, pero en fin, todo sea por la licencia de nutrición al graduarme.

Stefan me toca el hombro cuando nota que estoy distraído y solo basta su mirada para que entienda que me trata de decir si hay algo que me molesta. Sólo le sonrío negando con un gesto de mi mano.

Ese día no pude decirle lo que sucedió, y no por falta de valentía sino porque no lo creí importante de contar en ese momento, es decir, sólo fue un beso, ninguna cosa de otro mundo, y no es importante... ¡Si no fuera porque fue con un atleta!, de esos que tanto detesto y que posiblemente también sea un Fork!

¡Ah, no sé qué hacer con mi vida!

—¿Parker? —la voz del profesor me devuelve a la realidad dándome cuenta hasta ahora que sostengo mi cabeza con ambas manos y que todos mis compañeros me miran con cierta curiosidad y confusión—. ¿Te encuentras bien?, ¿Necesita salir un momento?

—Ah, no, todo bien profesor —rio y con un gesto de mis manos le indico que puede seguir con la clase.

Y así continúo, o al menos trato de actuar normal hasta que la clase termina, pero solo es cuestión de tiempo para empezar el receso de clases y saber que de nuevo estoy pensando en ese beso con Marshall.

—Oye, ¿Qué sucedió hace rato? —Stefan me da un golpecito en la frente y ríe—. Parecías ido.

—Quizás lo estoy de verdad —suspiro—. Pero no te preocupes, solo necesito no pensar en eso.

—¿Qué es "eso"?

—Eso en lo que no quiero pensar —le sonrío y justo cuando pienso en poder respirar tranquilo se acerca Marina, una de nuestras compañeras.

—Qué bueno que te encuentro, Nino. Necesito tu ayuda —parece algo nerviosa por la forma en que mece su cuerpo cambiando el peso de un pie a otro.

—Dime.

—Bueno, ¿Recuerdas que a veces ayudamos a los estudiantes de gastronomía, repostería y artes culinarias?

—Ajá, ¿Qué sucede con eso?

—Bueno... pues la cosa es que accedí a ayudar a los de gastronomía pero no recordé en ese momento que ya había quedado con un estudiante de repostería.

—Entiendo, pero ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

—Esta es la cuestión —se aclara la garganta—. Sabes que nunca me gusta quedar mal cuando ayudo a alguien, y ya que me debes un favor, pues...

—Espera, ¿Quieres decir que me quieres enviar en tu representación?

—Por favor, ¿Puedes? —une sus manos en modo de súplica al igual que inclina la cabeza y el cuerpo—. Sólo sería por una semana, te juro que no te pediré nada más que eso, en verdad este chico necesita ayuda.

—¿Es un chico? —pregunto y ella asiente—. Pensé que sería una chica, normalmente dices que los chicos no te gustan.

—Y siguen sin hacerlo, todos son unos idiotas con testosterona hasta el cielo —se ríe—. Pero accedí porque se trata de Marshall Green.