Capítulo cinco.

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—Mierda... —dejó salir Kennedy, rozando su espalda tras el golpe que se dió contra el suelo.

—¿Sigue doliendo?

—Bueno... no es peor que haber llegado al castillo. —Serra asintió, dándole la razón.

—El infierno. —Leon no puede evitar soltar una risa ante esa afirmación. Conocía mejor el lugar luego de haber estado un día entero, y podía estar de acuerdo con el español. Apenas sabía cuánto pudo haber estado cerca del pueblo, pero puede que tuviera más información.

Y en vista de que las dudas seguían creciendo, Leon decidió priorizar una pregunta difícil de hacer.

—Por cierto... necesito ayuda, con el mapa —señaló, sacando un papel doblado y sucio, bastante intervenido por los golpes y lluvias que Leon tuvo que soportar. Se mostró frente al más alto—. Y estoy seguro de que conoces mejor el lugar.

—No eres tan malo adivinando —le dió una mirada confiada. Estaba seguro de que había algo más detrás de ese gesto de confianza, era otro intento de coqueteo. Pero Leon no estaba seguro de responder a éste de cualquier modo, y tampoco quería seguirle el juego. De todas formas, ambos podían morir en cualquier momento y él aún no se detenía en busca de Ashley, ¿de qué serviría?

—Te sorprenderías. —le regresó una sonrisa, volviendo a voltear a la pared a su lado y dándole la espalda a Luis mientras éste revisaba el mapa. No podía creer lo que acababa de hacer. Haberle correspondido de ese modo, parecía no tener control sobre su propio cuerpo cuando Serra estaba cerca. Y desde luego, el de barba no tardaría en sacar ese gesto de su parte como tema de conversación. Claro que no permitiría que lo olvide.

—Bien, marqué algo. Pero no hay buena luz —señaló una salida junto al portón que tenían en frente. Leon se sentía confundido, ¿qué hacía Luis centrándose en seguir adelante, luego de haberle respondido a uno de sus insistentes bromas? creyó que quizás empezaba a tomarse las cosas demasiado en serio— . Si me ayudas a subir...

—Por supuesto.

 Tras hacerlo pasar, esperó unos cuantos minutos. Al pasar cinco sin que Luis responda, la intriga se iba convirtiendo en miedo y confusión.

—¿Cómo lo ves? —no recibió respuesta, por lo que se acercó al portón una vez más—, ¿Luis? —preparó una granada, que usaría pronto para abrir la puerta si el europeo no daba más señales. 

Y en vista de que se estaban por hacer siete minutos, se dispuso a lanzar la granada segundos antes de que la puerta se abriera frente a él. Acabó lanzando la misma en un espanto, en una dirección diferente detrás de ambos. Volteó, irritado por haberla desperdiciado. Serra tuvo que contener una sonrisa.

—Abierto —advirtió—. De acuerdo... ¿pensaste que necesitarías entrar a los golpes?

—Te estabas tardando —se quejó, pasando por al lado de Luis y rozando sus hombros como señal de enfado. El mencionado finalmente dejó ver una sonrisa que Leon ignoró; al haber entendido que le estaba molestando demostrar cuánto le importaba su, ahora, nuevo compañero. 

—Ese fue un problema menos. —empezó Luis.

—¿También mantienen a éstas cosas encerradas aquí debajo?

—El subsuelo es sagrado para ellos. Aquí descubrieron a las plagas. Preservadas dentro de depósitos de Ámbar. —continuó explicando, mientras ambos subían por las escaleras.

—Por supuesto...

Eso no aclaraba dudas para Leon, y tampoco le otorgaba una mejor salida a Luis. Sólo retrasaban lo inevitable, y Serra sabía que tarde o temprano pagaría por sus acciones si no se encontraba con Ada para darle a tiempo la muestra del Ámbar. Luis conoce su situación, y sabe que podría morir en cualquier momento, que nada era seguro; que ni siquiera Ada era una salida viable, y que su trabajo era todo menos noble. No era un buen camino que tomar, estar perdiendo el tiempo mientras sabía que sería encontrado y ejecutado por estar cerca de Leon... y sin siquiera haberle dicho la verdad de todo a éste, quien ya demostró que se preocupaba por él.

smoke & gum ☆ serennedyWhere stories live. Discover now