No iba a volver a caer en su maldito encanto, así que puse el carro en marcha nuevamente e ignoré su mirada deseosa sobre mí. ¿Acaso era cierto que yo le estaba mirando la boca? ¿Qué diablos me estaba pasando con él?

Debo odiarlo, nací para odiarlo, me recordé.

Pisé el acelerador y moví la cabeza, no quería pensar más en lo acontecido en el hospital.

—Al menos que la carretera quede en mi boca no veo otra explicación—, insistió en seguir con lo mismo y cuando iba a refutar su teléfono sonó. Lo sacó del bolsillo del pantalón y contestó tosco como él era.

—Dime que ya lo tienes—, respondió a la persona que se encontraba del otro lado de la línea. Luego esperó que hablara y mientras escuchaba fruncía el ceño cada vez más—. No le hagas nada hasta que yo llegue, ese hijo de puta debe saber qué pasó con Amatista, fue el último en estar con ella. Y yo haré qué hable, no puedo permitir que mis chicas sigan desapareciendo—, la voz que por lo que alcancé a escuchar era de hombre, lo interrumpió; sin embargo, no descifré lo que dijo, Santos me miró de reojo e hice la que no estaba atenta a su conversación y miré hacia la carretera—. Me importa una mierda, Tyson, has lo que tengas qué hacer, ya sabes no niños, no mujeres —ordenó antes de colgar.

Después de un tiempo transcurrido y para acabar con el mutismo que continuaba entre nosotros, abrí la boca para preguntarle.

—¿El señor que me visitó cuando me tenías encerrada en ese horrible lugar es tu padre?

Santos volteó a verme con el ceño fruncido y aunque no respondió mi pregunta enseguida, luego de tomarse un tiempo habló.

—Es mi abuelo, mis padres ya no están ¿Qué hay de ti y tus padres?

Por primera vez no me había contestado con sarcasmo o ironía ¿Estaba realmente interesado en saber sobre mí? ¿Por qué? ¿Acaso ya sabía quién era?

—También soy huérfana, crecí y viví gran parte de mi vida en un orfanato, nunca conocí a mis padres—, volteé para ver su reacción y aunque su rostro no mostraba emociones, alcancé a notar su interés.

—Pero y... ¿Tu abuela, no tienes más familia? —preguntó extrañado.

—Mi abuela es la mujer que me devolvió las ganas de vivir, pero es una historia muy larga... ¿Y si no tienes padres, tu abuelo fue el que te crio? —quería que la conversación se centrara en él, no en mí. Necesitaba saber de él.

—No importa que tan larga sea la historia, quiero escucharla, quiero saber más de ti. Así que háblame sobre la mujer que te devolvió las ganas de vivir y luego yo te contaré mi historia—, replanteó.

Aunque quería saber más de él, yo no me iba a arriesgar a contarle sobre mi verdadero pasado, sobre las atrocidades que me había tocado vivir de niña, pero si quería que nuestra relación fuera amena y quería ganarme su confianza, debía empezar a abrirme aunque sea mintiendo un poco.

—Toda mi vida viví en el orfanato "Niños de paz y para la paz del mundo" supongo que lo conoces—. Empecé hablando y él giró el cuerpo atento a lo que iba a decir—, nunca supe quiénes fueron mis padres biológicos, para mí, mi figura materna fue la madre superiora, siempre creí que ella era mi madre y los demás niños eran mis hermanos, me preguntaba por qué tenía una mamá, muchos hermanos y no tenía papá...— Me detuve al darme cuenta de que estaba hablando más de la cuenta.

Santos seguía mirándome interesado en lo que yo le contaba, pero por alguna extraña razón o volviendo a la realidad decidí no continuar.

—¿Y?... —Me indicó con la mano que continuara, realmente estaba interesado y eso me motivó a seguir.

SANTOSWhere stories live. Discover now