★» 35. Proposición

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Las clases transcurrieron con normalidad. Sin embargo, aquella vaga idea seguía merodeando por la cabeza de Jeongin.

"¿Qué pasaría si...?"

Una vez más sus pensamientos lideraron gran parte de su tiempo. Ni siquiera había sido consciente del sonido de la campana indicando la hora del receso general. Estaba medio ido, la inquietud y la incertidumbre se plasmaban en un plano mental en dónde las probabilidades de lo que pensaba hacer, eran simplemente muchas.

Apiló con cierta paciencia el par de cuadernos y libros que tenía en medio de su pequeña carpeta, metió sus coloridos marcadores en el estuche y colocó todo ordenadamente dentro de su mochila. Ni siquiera sabía a qué lugar dirigirse de no ser por la tersa voz del alfa que estaba esperándolo, desde hace unos buenos minutos, en el marco de la puerta.

—Hey, Innie —el nombrado se detuvo al instante, ladeando el rostro para verlo. Siendo recibido por una amplia sonrisa marcada en el rostro de Chan, haciendo de aquellos ojos, unas adorables medias lunas.

—Hola —respondió con cierta tranquilidad, sonriendo por inercia, rindiéndose a la calidez que el alfa podía transmitirle con sinceros gestos.

Chan no sabía si decirlo, pero desde que él prácticamente había corrido desde su salón hasta la del omega para llegar puntualmente, observó la manera tan desconcentrada en la que Jeongin se movía en su pequeño espacio.

—¿Está todo bien? —con leves dudas, empezó el cuestionario, intentando de todas las formas posibles sonar apaciguado y no ansioso, como internamente lo estaba, ante lo que probablemente podría pasar con su omega. No quería aturdirlo, solo escucharlo, quizás así debía empezar para mejorar como un buen alfa.

—Oh, sí, todo bien —el castaño mantuvo su pequeña sonrisa de labios cerrados, ambos mirándose frente a frente—. ¿Cómo estuvieron tus clases?

Chan suspiró cansinamente.

—Realmente las fórmulas químicas me marean, pero no era nada que no pudiera lidiar. —dio un paso más, encajando sus manos en la fina cintura adversa—. Menos ahora que ya te estoy observando nuevamente —murmuró juguetón y con dulzura—. No sé qué has logrado hacer conmigo, pero estoy agradecido con la Diosa Luna.

El omega llevó sus pálidas manos al pecho del peligris y recibió gustoso el corto beso que aquellos gruesos labios le propinaron.

—Vamos ya —le susurró, como si estuvieran siendo cómplices de alguna travesura.

Se tomaron de las manos y una vez más, Chan dejó un casto beso en la sien del omega. Jeongin asintió, recostándose levemente en el cuerpo que le daba seguridad y paz al mismo tiempo. Ambos conversaban de temas breves pero que no dejaban de ser interesantes y, por un momento, el omega dejó aquel pensamiento de lado para prestarle atención absoluta a Chan. O lo fue hasta que dieron el primer paso a la cafetería, miles de ojos curiosos se posaron en ellos y en la forma en cómo claramente interactuaban, con confianza y amor.

El alfa barrió a todos con la mirada, su rostro se mostraba sereno, pero estaba plenamente atento a todo lo que pasaba a su alrededor. En especial si alguien se atrevía a soltar un comentario despectivo hacia su omega.

Siguieron avanzando lentamente y buscaron una mesa alejada del foco público, Chan acarició con su pulgar el dorso de la mano de Jeongin, captando su atención.

—¿Puedes sentarte ahí? —preguntó, apegando sus labios a la oreja del más bajo—. Yo pediré lo necesario para que no tengas que soportar las miradas pesadas mientras estoy en la fila.

—Uh, está bien.

Chan le sonrió efímeramente, cerciorándose de que el omega tomara asiento y ambos dejaran sus mochilas en la silla vacía.

El príncipe y el plebeyo ☘ ChanInTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon