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「斗争」
I want to be trapped in the birdcage with you, forever
Jungkook, amando, era un enigma.
Desde que lo conoció, Taehyung supo que no era un chico de palabras y tampoco de muchas acciones, prefiriendo mantenerse con el rostro agachado en su asiento mientras el resto de miembros comía entre conversaciones de media noche, anécdotas de cómo, por ejemplo, Namjoon rompió sus lentes nuevos apenas los tocó o cómo Hoseok terminó con una esguince de tobillo por un paso de baile muy bruto.
Jimin, o él mismo, sólo reían de ello, negando que tal poder de destrucción pudiera ser posible; también lamentaban que Hoseok no pudiera bailar por semanas. Ellos mostraban su turbación usando lo más simple: la boca, las manos, los pies, ya sea diciendo que lo sentían y ayudando a Hoseok por si quería ir al baño.
Pero Jungkook... Oh, Jungkook era espectacular haciéndole saber a la gente que era amada. No podría comentar al instante sobre las anécdotas, reír o evidenciar que estaba preocupado, y es que era innecesario. Porque al día siguiente, dejando unos lentes nuevos a escondidas en el escritorio de Namjoon, ya demostraba que había escuchado, que sabía, que le importaba.
El que, de repente, Jungkook pidiera a Sungdeuk, el coreógrafo, reducir el ritmo de los ensayos con la excusa que tenía dolor muscular —uno que en la mañana parecía no padecer, ya que molestó a Jimin sin excepción—, fue un medio cortés de cuidar el tobillo de Hoseok.
Al principio, Taehyung decidió mantenerse callado como un simple observador al igual que sus hyungs, y se habría quedado así si no hubiera atrapado a Jungkook una madrugada intentando cocinar. No fue su intención que, al verse descubierto, Jungkook se avergonzara por completo, arrugando con los dedos el delantal amarrado a su cintura delgada, pies sumisos sonrojándose.
La isla era una calamidad, cáscaras de huevo esparcidas en una tabla sucia y cubierta de harina; una gran porción de azúcar caía de la bolsa en la alacena, agua en un bowl y sobres de polvo de hornear regados en una esquina. Jungkook, quizá fastidiado por no poder ir gracias a sus clases, estaba haciendo galletas para felicitar a Namjoon por su graduación de la preparatoria.
Taehyung sonrió, soltando un suspiro.
—¿Quieres que te ayude?
Jungkook no le respondió, todavía avergonzado y con el cuerpo empotrado contra la alacena. Se veía tan pequeño, hombros temblando y cabello manchado de blanco, harina atrapada en las puntas de su flequillo.
—No sabes cocinar —dijo Jungkook en un susurro.
—Tú tampoco —Arremetió Taehyung, dando un golpecito a su barbilla en un hábito mientras se colocaba su propio delantal—, pero no debe ser tan complejo seguir una receta.
