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「儿童」
I'm building this house, on the moon
Taehyung tenía dieciséis años cuando conoció al amor de su vida sin saberlo.
En ese entonces, con la euforia recorriéndole las venas por estar en la capital por primera vez y una curiosidad inmensa de saber cómo sería su dormitorio, el estremecimiento que sintió apenas vio a Jungkook en una clase de canto, Taehyung lo confundió con la alegría de intuir que no estaba solo entre tanta gente adulta.
A primera vista, para él, Jungkook significó no más que un compañero de juventud, alguien que podría entender sus arrebatos, alguien que reiría a su lado si es que terminaba equivocándose o llegara tarde a los ensayos en la empresa. Alguien para compartir el regocijo de una travesura bien hecha.
La primavera corría fuera y su piel añoraba ya el calor del campo al que estuvo acostumbrado. Un par de piernas escuálidas sin tostar bajo el sol ardiente de Seúl y una nariz sonrojada por el polvo fino en el aire, hicieron a Jungkook una víctima ideal para Taehyung, así que no dudó en tomarle de la mano, entrelazar los dedos hasta apretujarlos y llevarlo lejos, con él, con su deseo de libertad y un poco de baechu-kimchi.
Pequeño, cuerpecito debilucho, espalda esbelta y cabello tan negro como el pelaje de un cuervo: ese era Jeon Jungkook a los catorce. Y a pesar que no hablara y el silencio siempre fuera su fiel amiga, una timidez superlativa irradiada por los poros, una criatura grácil que se mantenía irreconocible a ojos de otro, Taehyung jamás le abandonó; es más, apretó su mano con mayor fuerza. Si fuera posible, en las noches, al saber que Jungkook llegaría tarde por la vergüenza, lo esperaba despierto, disfrutando de un chupete prohibido apoyado en el umbral de la puerta.
—¿Vas a bañarte? —Luego de empujarse del suelo hacia arriba, Taehyung le preguntó—. Es muy tarde y te resfriarás.
—He sudado mucho, hyung. —Arrugando la nariz como cuando no le gusta una cosa, Jungkook negó con la cabeza, acomodando su mochila y su gorra—. Apuesto que hasta Yoongi-hyung ha tomado una ducha hoy.
—Bañémonos juntos.
—¿Qué dices?
—¡Vamos a la bañera! —Taehyung gritó en un susurro, viéndose gracioso con una mejilla guardando el chupete. Con las manos libres, tomó las de Jungkook, acariciando el largo de sus dedos.
—Hyung, ¿por qué?
—Si te resfrías, serás reprendido por no tener cuidado. Entonces, mejor que nos griten a los dos.
Existieron momentos donde, alejado totalmente de su usual imprudencia, Taehyung temió de verdad que Jungkook fuera quien, cansado de su insistencia excesiva, acabara soltando su mano cada vez que la tomaba. Tal vez por eso, en esos segundos de claridad, en esos segundos de duda, Taehyung solía mirarle como nunca más lo había hecho.