Estuvieron un buen rato hablando mientras moldeaban la plastilina y pintaban las cosas con acuarelas. A Leon le agradó Emil, aunque este no sabía mostrar bien sus emociones. Leon tampoco es que supiera mostrarlas bien, pero se entendían. Estuvieron tres horas para hacer la maqueta y todavía quedaba un rato para que su hermano mayor viniera a por él, así que hablaron.

– ¿Y tú de dónde eres? He notado que no eres de aquí – preguntó Leon curiosamente.

– Soy de Islandia. ¿Y tú? – Emil lanzó la misma pregunta.

– Yo soy de Hong Kong – respondió el chico sonriendo.

– ¿Y cuándo te mudaste aquí? 

– Me mudé con mis hermanos cuando era muy pequeño. Tenía cuatro años. ¿Y tú? – añadió el hongkonés.

– Me mudé hace tres semanas. Dejé Islandia para venirme aquí. – Leon se arrepintió de lanzar la pregunta pues Emil se entristeció y se notó en su voz.

– Ah... Debes estar pasándolo muy mal.. – se dijo a sí mismo. 

– Yo no quise venir aquí... Me obligaron. – el islandés se aguantaba las lágrimas.

Sin pensar Leon le dio un abrazo a Emil. Este lo correspondió, incómodo. Se acababan de conocer, pero el hongkonés había tocado un tema muy personal. Cuando pararon, le sonó el teléfono a Leon. Era su hermano que iba a pasar a por él.

– Eh... ¿Llevas tú mañana la maqueta a clase? – preguntó antes de irse.

– Sí. Te acompaño a la salida. No quiero que mi hermano te mate. – se excusó Emil.

Los dos salieron y se despidieron en la puerta.

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– ¿Y qué tal? – preguntó Tino. – ¿Podemos ver vuestra obra de arte?

– Es mejor que lo la veáis. Nos ha quedado horrible – dijo Emil.

– Está bien. ¿Quieres cenar? Se te ha hecho tarde.

Emil cenó, se duchó, vio la tele un rato y se fue a dormir. Mientras intentaba conciliar el sueño pensó en si Leon se acercaría alguna vez más a él. Hizo el ridículo porque casi se puso a llorar. Sería normal si este no le hablara ninguna vez más. Pero a Emil sí le agradó Leon. No sabía cómo mostrar sus emociones. Seguro que lo había tomado como un idiota.

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Un nuevo día del infierno. Emil salió de casa con la maqueta. A primera hora tocaba Biología. Todos los alumnos entregaron sus maquetas y el profesor las evaluó todas en alto. Leon y Emil sacaron una A+. No sabían cómo reaccionar. Les había quedado horrible. El chino y su hermana Mei se dieron unas miradas llenas de alegría. Algunos chicos se miraron con miradas de enfado porque no sabían cómo el chico que nunca hablaba tenía la máxima nota.

En el recreo el islandés logró ver a Leon con su hermana Mei y su otro hermano. Este último le miró pero no le dio importancia que estaba solo en el mismo banco de siempre.

Después de todas las clases aburridas Emil estaba saliendo del instituto. Recorrió los callejones para llegar a su casa y se dio cuenta de que un grupo de personas de su clase le seguía. El de cabello plateado intentó ir más rápido pero el grupito corrió y le pilló.

– ¡Ey! ¡ ¡Emil! – gritó uno. El nombrado se dio la vuelta.

– ¿Q-Qué pasa? – tartamudeó Emil.

– Has sacado más nota que yo en el trabajo. Yo merecía la A+ – el chico dio una pausa. – Es hora de que pagues.

Emil intentó correr hasta su casa pero le agarraron del brazo y se cayó de espaldas al suelo. Se raspó las manos. El chico que había hablado antes le estaba pisando la cara, mientras otros tres le agarraban y el que quedaba grababa. Estuvieron como cinco minutos pegándole hasta que se aburrieron y se fueron. A Emil le sangraba la nariz y tenía un moratón en el ojo, a parte de que le salía sangre de los raspones de las manos. Se levantó a duras penas y se fue a su casa.

El trabajo de Biología // HongIceOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz