Domínguez y el show

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La mañana que encontraron el cuerpo de Oliver dentro del set, hacía un frío de invierno. Era pleno junio, sí, pero los participantes del reality se habían pasado la semana anterior en camiseta, bailando alrededor de la pileta de la enorme casa, con la música al palo. Ahora, parecía que eso había sido hacía mucho, mucho tiempo.

El desconcierto de cada uno de los que había vivido ahí en los últimos meses, pasando su tiempo delante o detrás de las cámaras, fue impresionante.

«Qué harías por amor», preguntaban a la nada los carteles decorativos de la producción, alguno que otro pisoteado por los policías en su camino a la escena que nadie quería volver a mirar.

Los fans del programa se habían reunido afuera del perímetro marcado por los de la forense, sosteniendo fotos del que siempre sería el ganador, por más que apenas hubiese alcanzado la semifinal del show. Los periodistas también asomaban sus preguntas y flashes, lo que convertía a la multitud en una mezcla extraña de gritos acusadores y afirmaciones terribles pidiendo ser confirmadas por quien pasara a la casa.

Se dijo, en un primer momento, que lo mataron porque estaba ganando y a los de la producción no les gustaba. Hubo quienes aseguraron que el pobre chico hizo enojar a algún político importante y lo vinieron a buscar a ese encierro. La mayoría creyó que a alguno de los demás se le había ido la mano en plena festichola. Pero, ¿cómo explicar la tijera asesina, enterrada en el centro de aquel lomo tan deseado por medio país?

Durante las declaraciones, la siempre efusiva Luna se descompensó de la angustia. Ella fue la primera en tener un roce amoroso con el fallecido. Aunque no la última. «La Rosario», su rival en votos de la audiencia y en el amor, fue la elegida cuando la pareja terminó de distanciarse. Así, fue la segunda en entrar a dar su testimonio.

El equipo de investigación salió del lugar entrada la madrugada del día siguiente, según los que se quedaron a chusmear. Las cámaras de los programas de panelistas de la siesta pudieron captar al fiscal Domínguez con muy mala cara. A las preguntas de quienes se le acercaron, respondió de pésimo modo.

Se decía que la cosa iba a quedar así nomás, en la nada. Pero, a los pocos días, llegó. El paquete envuelto con papel de diario. La carta escrita con letra temblorosa y firmada por nadie.

La gente se enteró después de la historia completa, pero antes de terminar esa misma semana los citaron a todos al estudio, encendieron las cámaras y reemplazaron a camarógrafos y asistentes de producción con infiltrados de la policía.

La excusa era filmar un episodio especial, en vivo, despidiendo a Oliver.

La trampa, el rumor esparcido entre los participantes sobre que ya se sabía quién era el culpable y que la prueba definitiva estaba por revelarse.

Domínguez se les metió en la traffic a los de la televisora, no les dejó tocar nada más que lo básico. Y así, los sospechosos fueron apareciendo en la imagen, con expresiones de emoción y tartamudeando discursos lacrimógenos interminables. Una y otra vez, cada participante decía más o menos lo mismo, con mayor o menor habilidad. Si hasta parecían haberse puesto de acuerdo.

El arma homicida era la tijera, eso seguro, y ya estaba en custodia. Pero alguna pieza más faltaba. Por eso, cuando las luces se apagaron y la transmisión terminó con un rating histórico, llegó el momento de la verdad.

Los infiltrados prestaron mucha atención a las idas al baño de algunos, las vueltas por algunos rincones de otros. Lo que no se esperaron, era que Celina, la querida conductora del programa, llegara a pasearse por ahí.

Resultó ser que la pista anónima, la más escandalosa de todas, era cierta. Celina y Oliver eran primos. Y el objeto del paquete no era más que un zapato, de color chillón y de una marca italiana carítzima (aunque no de París, que eso queda en Francia).*

Esa noche, la mujer fue atrapada y se quebró.

Más tarde, declararía frente a todo el que quisiera escucharla que el amor de Oliver al público era tan falso como la definición de su mandíbula. Agregaría que el dinero debía ser para ella, que llevaba años conduciendo esos programas sin alma por un mísero sueldo. Y que el tal Oli era tan desagradecido y egoísta, que ella no había soportado más y le había dado, primero con el zapato, luego con la tijera que encontró sobre un mueble del jardín.

Nunca explicó qué hacía ella en la casa, cuando el estudio en el que ella grababa estaba en la otra punta de la ciudad. Solo dijo que ella lo había puesto ahí y que, si él no compartía el premio, ella era la única que lo podía eliminar.

Domínguez pensó, mientras cerraba el caso, en que la fama del tal Oli había sido tan enorme, que para vengarse ella había tenido que ponerse literal.

A la cárcel, para sorpresa de muchos, fueron a visitarla todas las semanas «la Rosario» y Luna, que se convirtieron en pareja y fueron la gran sorpresa del final de «Qué harías por amor». Porque Oliver había salido de la casa, pero el resto siguió participando.


* Carítzimo de París -> dícese en el internet de algo muy costoso, tan costoso que parece de marca importada francesa.

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2023 ⏰

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