El Hombre Inocente

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Es lo más parecido a estar sumergido en un abismo, ya nadie puede rescatarme y una gran parte de mi desea poder finalmente morir. La sangre me hierve entre las venas, el corazón me late con frenesí y todo mi cuerpo transpira un sudor frío similar al ácido. Mis tímpanos van a romperse. De mis labios solo salen quejidos y maldiciones repulsivas mientras me retuerzo.

Con enorme dificultad me pongo de pie.

Maldita sea, estoy a punto de vomitar y el jodido suelo no deja de moverse.

Corro con fuerza y estampo mi cuerpo contra los barrotes.

¡Una vez más! No funciona, ¡De nuevo! ¡Maldita sea! ¡Jodida puerta, ábrete!

Los guardias solo me señalan vociferando lo patético que me veo -¡La chica! ¡¿Dónde está?! ¡Quiero verla! ¡Malditos sean! ¡Si le han hecho algo les juro que los matare a cada uno de ustedes! -

¡MIERDA! ¡MIERDA! ¡MIERDA!

Y entonces... inesperadamente ocurrió un apagón, probablemente me desmaye. Para cuando desperté mis brazos estaban esposados detrás de mi espalda y mis tobillos encadenados. Ya no dolía, pero me sentía frágil, débil... mi corazón estaba tranquilo, como nunca antes lo estuvo, incluso creí por un segundo que dejaría de latir. Me sentía con la capacidad de morir, me sentía humano.

-Se bueno y quédate callado, desertor- escuche el sonido llegar a mis tímpanos con menor precisión a la que estaba acostumbrado.

-¡¿Que hicieron con la chica?! ¡¿Dónde está?!- Me levante de golpe queriendo estampar mi cuerpo contra los barrotes, pero las cadenas me lo impidieron.

¡Estúpidas vacilaciones, debí de haberle roto el cuello en dos!

Uno de los soldados soltó una carcajada -¿Planeas ir a buscarla? ¿Cuándo ni siquiera pudiste acabar con tu enfermo padre? Conoce tu lugar, indigno-

Otro escupió hacia mi dirección -Perdedor- Apreté el ceño.

-¿Porque no me han matado?-

-No tenemos órdenes, no eres una prioridad, basura-

Me recosté contra la pared, con cansancio. Todo mi cuerpo se sentía cada vez más engarrotado al paso en que recuperaba por completo la conciencia. Entonces note como una gorda gota bermeja que nació de mi frente pinto el suelo.

Ya veo, me apalearon mientras estaba inconsciente.

La ansiedad me mataba.

¿Sera de día? ¿De noche? ¿Cuántos días habrán pasado? Ni siquiera hay una ventana.

Cariño, ¿Dónde estás?, ¿Estarás bien?

Perdóname por siempre dejarte sola, aun cuando te prometí que no volvería a suceder. Todo esto es culpa mía. Todo tu sufrimiento, siempre ha sido culpa mía.

-Necesito mear- susurre de la nada. Todos se miraron entre sí, dudosos.

-Ayúdale- dijo uno hacia el más flacucho de todos mientras le extendía las llaves de las esposas, todos estuvieron de acuerdo. Sus hombros se tensaron pero las tomo

Cobardes hormiguitas, solo vociferan con el rabo entre las patas.

Me puse de pie junto al sanitario mientras escuchaba el tintineo de la llave contra la cerradura, con paso dudoso se aproximó hacia mí y me miro con cautela sin mover un solo musculo.

Alce la ceja viéndolo con ironía -¿Quién es el estúpido? ¿Acaso vas a abrirme tú la bragueta?- para mi sorpresa golpeo mi rostro con el antebrazo y antes de dejar caer mi débil cuerpo contra el suelo me tomo de la camisa con el puño temblando.

Ya veo, no puedes quedar mal frente a los muchachos aun cuando estas a punto de orinar tus pantalones, ¿Cierto campeón?

-Silencio, hijito de papi- pronuncio intentando intimidarme. Simples amenazas, mas sin embargo todos los demás cretinos lo alabaron.

Suerte con ello pequeño.

Libero mis muñecas y la tensión en mis músculos desapareció. Ser humano era lo peor. Me abrí el pantalón y libere al necesitado falo de su encierro.

Espero que salga sin sangre.

Mire a mi costado, aún seguía "El heroico" al pendiente de mi -¿Vas a quedarte mirando el espectáculo?-

Hizo la finta de que me golpearía en el abdomen por tener una boca tan insolente pero ni siquiera me inmute. Chasqueo la lengua con rabia -Un dragón, que estupidez- murmuro alejándose dándome espacio. Al poco rato regreso y volvió a aprisionar mis humanas muñecas. Entonces se fue recibiendo la ovación de los demás hombres de las cavernas.

Imbécil

Posiblemente pasaron solo minutos, pero para mí fueron horas. Me sentía un animal encerrado, no debía estar ahí, tenía que buscar a Lucy.

Fue como un alivio cuando poco a poco, uno a uno los guardias se fueron dejando solo a dos soldaditos de plomo a mi cuidado. Con cautela me quite el zapato y saque las llaves que robe. Evitando moverlas demasiado para no escuchar su tintineo, las sujete con los dedos del pie y las deslice hacia atrás hasta depositarlas en mis manos.

Los guardias escucharon como liberaba mis extremidades y corrieron hacia mí para detenerme. Muy tarde. Di un salto.

-¡¿Cómo fue que-?!- Aterrice en su heroico rostro y volvía brincar aterrizando en el suelo lleno de arrogancia. Me regañe por dentro al sentir como mi cuerpo grito de dolor. El único guardia en pie solo se quedó anonadado del asombro sin mover un solo musculo.

Cerré con fuerza la celda y escuche como caía el seguro. Los mire con victoria al ver sus rostros llenos de exasperación. Les enseñe la llave de la libertad y la lace muy lejos; comenzaron a gruñir pero para mí fueron palabras sinceras de amor.

Había perdido mucho tiempo esperando, pero no era increíblemente estúpido para tratar de luchar contra todos ellos, no con mi cuerpo en tales condiciones.

Maldita sea, perdí un zapato.

Me quite el otro y comencé a correr. Todo el recorrido no era más que un largo pasillo.

Al parecer el calabozo fue construido especialmente para mí, ha pensado en mí más de lo que alguna vez creí, pero que afortunado que soy.

Cuando finalmente llegue a la salida, derribe la vieja puerta de madera que bloqueaba mi libertad y termine en la entrada de los jardines del palacio que alguna vez considere mi hogar... mi escapatoria del dolor; contemple el cielo, había anochecido.

-¡Príncipe!- escuche detrás de mí. Una maldición salió de mis labios una vez más mientras tomaba a la mujer y la ocultaba entre los arbustos. Era la vieja niñera, quien alguna vez cuido del Rey y de su padre. Pese a que el Rey nunca tuvo hijos legítimos, ella nunca quiso irse y simplemente no lo hizo con el pretexto de que un hombre nunca deja de comportarse como un mocoso.

-Por favor, suplico tu sinceridad, dime... ¿Puedo confiar en ti?- sus ojos me contemplaron un segundo y al poco tiempo se vieron invadidos de lágrimas impregnadas de lastima, toco mi rostro con cuidado como si fuese a dañarme con el mínimo contacto. Aleje sus manos de mi rostro con respeto y fue entonces que comprendí al notar el rubí en sus palmas, estaba más herido de lo que yo creía y la sangre era muy escandalosa -La mujer que venía conmigo, ¿A dónde la han llevado?-

-Nadie lo sabe, mi señor- susurro la vieja mujer intentando calmar su llanto.

-¿Qué?-

-¡Justo cuando iban a capturarla, una vieja mujer apareció ante todos y pronuncio unas palabras extrañas, la chica se desmayó en sus brazos y juntas se desvanecieron!-

¡No, no!

La tome de los hombros y resistí el impulso de sacudirla -¡¿Cómo era esa mujer?!-

Ella movió sus manos con frenesí intentando recordar -¡Delgada y alta, de piel pálida! Con melena similar a la suya y recogida en forma de moño con dos grandes horquillas en forma de media luna. ¡Sus ojos estaban impregnados de un aterrador color carmín!-

-¡Porlyusica, esa maldita!-

Eres Todo en Mí [En edición]Where stories live. Discover now