A costa del bien común

36 11 1
                                    

Después de salir de las celdas, permanecimos en la oscura cueva, Keitaro se veía preocupado y ansioso por mis heridas; estaba más asustado que yo. Entre los dos intentábamos frenar el sangrado, pero era inútil, tenía tantos cortes que parecían branquias.
Entonces, Keitaro se quitó el cinto de tela de su armadura, lo rasgó en pedazos y los presionó sobre mis heridas como si fuesen gasas; la tela ardía. No obstante, Keitaro tenía que cargar sus armas a la mano

  —Por cierto ¿Dónde guardas tu diario? —preguntó Momo con curiosidad.

  —Dentro de mi armadura, en el peto —respondió Keitaro y sacó el diario del interior de su armadura y luego lo guardó.

Keitaro sujetó mi brazo y me alzó del suelo con facilidad; jamás dejaré de sorprenderme por su fuerza. Ahora, caminar ya no es tan doloroso y recuperé fuerzas después de la purificación

  —¿Viniste por mí? —preguntó con timidez y ternura—. ¿Alguien más los acompaña?.

  —Por supuesto —contesté alegre—. Y no, únicamente Momo y yo venimos

  —¿Por qué vendrías a un lugar tan enigmático y peligroso solo por mí? —añadió un poco apenado, cambiando ligeramente su tono de voz y desviando la mirada.

  —Eres mi único y mejor amigo, no quiero perder a alguien que ha estado conmigo en las buenas y en las malas desde que nos conocimos —dije conmovido.

Keitaro se mostró maravillado, incluso se sonrojó un poco. De repente, me abrazó con firmeza y cariño; su armadura es pesada, pero eso no importa, siento todo su afecto y cariño. Le devolví el abrazo

  —Admiro tu determinación por venir a ayudarme —susurró mientras me abrazaba.

  —Por ti lo que fuese. Gracias por perdonarme, rompí mi promesa pero sé que eres un gran purificador; confío en ti.

Entonces, Momo se aclaró la garganta, ambos habíamos estado en un momento ciertamente cursi. Nos separamos del abrazo, pero estamos sonrojados

  —Ah sí... Mejor salgamos de aquí, tenemos que buscar a mis compañeros —dijo Keitaro con amargura—. Síganme, sé dónde está la salida.

Keitaro a paso cojo, tomó la delantera para guiarnos. Sin embargo, percibo que está molesto por algo: su respiración es pesada

  —¿Pasa algo? —pregunté amablemente.

  —Mis compañeros hicieron bromas sobre mi prótesis y eso me molestó. No tendría por que enojarme por algo así, pero... No importa —suspiró.

  —Déjalos, de todos modos no creo que los vuelvas a ver después de derrotar a Orochi —dijo Momo desinteresada.

Avanzamos a través de la cueva y llegamos a unos escalones de piedra cubiertos con una tela roja. Al subir, nos encontramos en una encrucijada que conducen a dos direcciones

  —Venimos de este lado —señaló la derecha—. Los aldeanos dijeron que la otra ruta va hacia el lugar dónde solo puede entrar la familia de Siddartha. Seguramente ahí se origina el aura.

  —¿Esa estatua no es el problema? —cuestioné impactado

  —Para mi sorpresa no, bajaremos en cuanto nos reunamos con el resto.

La siguiente zona es igual a las celdas que están debajo; estaban encarcelados el resto de los purificadores, colgados boca abajo del techo y están conscientes, pero heridos

  —El chico que ayudaste en Edo con la cortada en el cuello es Hideyoshi —explicó Keitaro—. La samurái es Tomoe.

Momo los liberó de sus celdas en su forma de zorro. Me miraron con sorpresa y asombro por estar en un lugar así y sin armas.
Después, se escuchó un grito desgarrador y estrepitoso proveniente de arriba; nos asustó a todos

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Where stories live. Discover now