Capítulo 20 Carolina

Începe de la început
                                    

—¿Te ha llamado capullo? –pregunté curiosa.

—¡Ohhh, sí! Me gusta la forma en la que suena en sus labios.

Matt se levantó de la silla y me ofreció el pequeño libro: se titulaba "El camino interminable de Beth". Mi mirada siguió a Matt en cada paso que daba, como si estuviera viendo una película fuera de mi realidad. La chica se tensó cuando Matt se puso a su lado; incluso puedo afirmar que perdió todo el color de su piel, ya que se volvió completamente pálida. La saludó de una forma cariñosa, y ella respondió con tensión. El chico con el que iba lo miró de forma dubitativa: parecía que no le gustaba que se acercaran a ella. La chica arrugó las cejas y miró a Matt con rabia. ¡Ay, Dios... ¿Qué ha hecho esta vez? Luego saludó al chico rubio y este se relajó. La chica le entregó un papel donde escribió algo. Matt sonrió y se despidió de forma cariñosa; aunque la chica, por su parte, seguía tensa.

Matt caminó de nuevo hacia nosotros, cerró los ojos y agitó levemente la cabeza. Vino hacia mí y se sentó a mi lado con una actitud feliz, radiante y sonriendo. Le devolví el libro. Él lo cogió mientras abría el pequeño papelito que la chica le había entregado. Una carcajada salió de lo más profundo de su garganta; fue tan fuerte que me obligó a sonreír con él. La chica lo miraba con odio y apretaba el labio inferior, conteniéndose.

—¿Qué dice el papelito?

—No es de tu incumbencia, chafardera... –sonrió.

Sabía que no era de mi incumbencia, pero las ganas de saber qué pasaba allí eran más fuertes que yo. Así pues, le quité el papel de las manos con un movimiento rápido y lo abrí.

—¡Carolina! Dame el papel –dijo en tono de advertencia.

Me giré dándole la espalda. Matt suspiró:

"Dame mi diario o te mato, pedazo capullo. 987-123-386".

Miré a la chica. Se ruborizó al ver que yo había leído la nota. Volví a girarme hacía Matt e intenté quitarle el diario para devolvérselo a la chica. Sin embargo, él fue más rápido y se lo escondió.

—Devuélvele su diario, Matt. Es privado –expresé enfada.

—Lo haré –sonrió–. Pero no ahora.

—¿Cuándo?

—La llamaré cuando lleguemos a Barcelona. Ella se traslada allí –una sonrisa pícara se dibujó en sus labios–. Tengo su teléfono, así que no te preocupes: se lo devolveré cuando la vea en nuestra ciudad.

—¿Qué pasa? –preguntó Jason.

Suspiré y preferí no meterme más en el tema. Me sabía mal por la chica, porque no estaba bien que Matt tuviera su diario. Sin embargo, tuve clara una cosa: si él decía que se lo devolvería, claramente lo haría.

—Tú hermano... Es... Es un capullo –finalicé con una sonrisa.

—Dime algo que no sepa –replicó Jason.

Salimos del bar para dar una vuelta por el pueblo antes de irnos. Abu nos llevó al parque de las "Set fonts" para que yo conociera las siete fuentes del deseo. No estaban lejos del bar: pasamos por unas cuantas calles que estaban repletas de casas de piedra y un pequeño laberinto recubierto de plantas y enredaderas. Finalmente, llegamos a unas escaleras que terminaban en las siete fuentes del deseo. Eran siete y hermosas fuentes hechas de hierro forjado, de donde salía una agua cristalina y pura.

Levanté la cabeza y miré el parque donde estábamos: era íntimo, bonito y mágico; en pocas palabras, deslumbrante. De hecho, todo el pueblo en si era deslumbrante y especial. Era uno de esos lugares donde uno se esconde en medio de una tormenta interior para buscar la paz.

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