Capítulo 15 Carolina

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Tres horas después, me dirigí a la tienda con Matt. Creí que era mejor que Jason siguiera durmiendo, así que me inventaría alguna excusa y le diría a Abu que no se encontraba bien; de hecho, llevaba días trabajando a todas horas y no descansaba lo suficiente. Así pues, salí a la calle con una sonrisa que se me escapó tímidamente al recordar la forma en la que los labios de Jason besaban los míos. Las palabras "me hacías falta" llenaron mi estómago de mariposas...

Las noches con él eran de ensueño: llenábamos la habitación con sonidos que hacían temblar la cama. Era consciente de que Jason se excitaba mucho cuando estaba conmigo, pero sentí una punzada de culpa al pensar que él podía contener toda esa tensión. Y es que nunca pasábamos de los besos y las caricias. Aunque yo le provocaba, él mantenía su pasión contenida. Era una tortura dulce, pero a la vez dolorosa... Deseaba devolverle todas las sensaciones y atenciones que me hacía sentir, pero siempre me frenaba.

Bajé la vista. Aunque caminábamos rápido, vi que Matt llevaba una libreta en su mano:

—¿Algún día me dirás quién es la chica a la que escribes todos tus poemas? –dije señalando la libreta.

Matt levantó la vista y su cara se iluminó con una sonrisa traviesa:

—No la conozco. Aún... –puntualizó.

Me eché a reír sin disimular. Seguidamente, le miré:

—¿Escribes a una mujer imaginaria? –le pregunté con curiosidad.

Matt arrugó los labios y dibujó un mohín de decepción.

—Lo siento... –susurré.

—Es difícil de explicar.

—Me encantaría escucharte –repliqué, avergonzada por mi comportamiento.

—Mis letras la conocen y mi mente la ha imaginado una infinidad de veces... Sin embargo, no la encuentro. Y mira que sé que me está buscando... –suspiró.

—¿Por eso te tiras a todas las Barbie girls de la ciudad?

Muchas de las conquistas de Matt se paseaban por la tienda y compraban cualquier tontería solo para verle. ¡Dios, odiaba que esas chicas desfilaran por la tienda!

—¡Eeeehhhh! Me ofendes, pequeña –contestó con su mano en el corazón–. Nunca las miento, ni les prometo nada que no les pueda dar. Solo... Me divierto –concluyó mientras me guiñaba el ojo.

—Entonces, revisemos lo que has dicho: no les prometes nada, pero las seduces para llevártelas a la cama; y, luego, si te he visto no me acuerdo. Eso no está bien, Matt –suspiré mientras cruzaba los brazos, enfadada.

—Simplemente soy franco con ellas. No son tontas, Carolina. Todas quieren... O sea, es consentido. Es verdad que les escribo algún poema, pero no he cometido ningún crimen: la seducción es un juego y a mí me gusta jugar. Ninguna de las chicas con las que me acuesto me han dicho que buscan una relación, así que relájate un poco...

—Hombres...

—¿Quieres leer mi último poema? Justo la describo a ella –afirmó mientras abría su libreta y me la entregaba ilusionado.

—Claro.

Mis ojos se centraron completamente en el trozo de papel:

En busca de la amazona

Busco la amazona que haga galopar mi corazón como si acabase de llegar corriendo,

La que debilite mi cuerpo y alce mi alma,

La pieza de un puzle que no sé completar.

Esa que emerge de la oscuridad:

Sola. Confiada. Decidida. A galope y fiera.

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