~ Quinceava parte ~

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Lo raro de esa noche era la luna que se posaba, con solo verla te darías cuenta que algo pasaba pues ella se encontraba parcialmente cubierta por nubes y se trataba de una luna menguante convexa. Akiko se encontraba sentada en el jardín de la finca mariposa, observándola.

Akiko: "Que hermosa te ves hoy, Luna. A veces quisiera ser cómo tú." - Le hablaba entre pensamientos a la gran y brillante luna menguante que se plasmaba en el cielo. - "¿Kyo estará despierto? Cómo quisiera verlo..." - Cabizbaja, se encontraba mirando el suelo. - "No pierdo nada con ir a probar suerte." - Se levantó y fue camino hacía el hogar de su amado.

Akiko: "Ojalá este despier-" - Su frente chocó contra el pecho de un joven, se trataba del joven pelirrojo, Tatsudo. Este la miró con severa molestía en su rostro.

Tatsudo: Mira por dónde caminas, eres molesta enserio. - No trataba de ocultar su notorio enojo.

Akiko: ¿Esa es tu forma de decir "Ten cuidado"? ¿Tú eras Tatsudo? De todas formas discúlpame, yo fui quien iba distraída. - Colocó una de sus manos en su cabeza.

Tatsudo: ¿Y tú eres? - Habló frío y cortante. - Te recuerdo, eras la chica que estuvo durmiendo un tiempo. El señor Sanemi me contaba sobre ti y todo el alboroto que creaste. Vaya grata sorpresa, eres incluso más débil de lo que aparentas.

Akiko: ¿Era necesario el comentario? - Forzó una mueca de disgusto, no le molestaban ese tipo de "críticas" solo la incentivaban a querer ser más fuerte. - Espera, el joven Kamado me habló sobre ti, ahora que recuerdo me mencionó que peleaste junto a Kyojuro. Gracias enserio por haberlo salvado. - Intentó agarrar la mano de su opuesto más este solo se alejó dando un paso hacia atrás.

Tatsudo: ¿Qué crees que haces? - Su molestía se había convertido en enojo. - Y para colmar mi paciencia piensas que puedes hacer eso, el señor Sanemi tiene razón al decir que eres alguien inútil. - Empezó a caminar hacía adelante y rápido desapareció de la vista de Akiko.

Akiko: "¿Es así todo el tiempo acaso?" - Lo miró mientras se iba. - "No importa, intentaré hablar con él más tarde. Debo ir dónde Kyo." - Dicho y hecho encaminó hacia el hogar de los Rengoku. En poco tiempo llegó y fue hacía el jardín, sorpresivamente allí se encontraba el menor de la familia. - "¿Qué hace aquí Senjuro? Es muy tarde." - A paso lento se acercó hacía el menor. - Oye, Senjuro, ¿ocurre algo? - El nombrado saltó ante la voz de la joven.

Senjuro: Señorita Akiko, que sorpresa, es raro verla aquí y a estás horas. - Soltó una carcajada nerviosa mientras ocultaba algo detrás suya.

Akiko: ¿Qué tienes detrás tuyo? - Preguntó curiosa ante la situación.

Senjuro: ¡Na-Nada! - Miró hacía otro lugar.

Akiko: Pequeño Senjuro, puedes confiar en mí, no haré nada malo. - Se agachó para igualar la estatura del menor. - Ya es bastante raro encontrarte aquí a estas horas, dicen que dormir mal nos hace más feos ¿sabés? No quisieras que tu linda carita sea fea ¿verdad? - Bromeaba para intentar hacer reir al rubio.

Senjuro solo rió ante eso. - Señorita Akiko, ¿puedo confiar en usted? - Preguntó tímido, sacando la espada de madera detrás de él. Akiko se sorprendió ante eso.

Akiko: ¿Has estado entrenando todo este tiempo, pequeño Senjuro? - Le acarició la cabeza con una de sus manos. - Tu hermano me ha dicho que te estuvo entrenando, ¿porqué entonces entrenas a éstas horas?

Senjuro: Yo.... - Dudó en hablar pero decidió hacerlo. - Tengo miedo, señorita Akiko, mi hermano casi muere si no hubiera sido por usted y sus amigos. Quiero volverme alguien fuerte cómo él o incluso más que él para poder protegerlo y.......A usted también. - Miró apenado el suelo.

 Entre las Glicinas de la Cálida Primavera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora