⠀❝...Tu abrazo es mi hogar
⠀Tu pueblo es mi pueblo
Tu Dios es mi Dios...❞⠀
𝗬𝗔𝗙𝗘𝗨, el hijo menor de Henutmire y Disebek deberá debatirse entre su familia, su reino y la joven hebrea que le roba el aliento.
Mientras soporta el comportamiento...
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𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐈
𝐋𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐒𝐞𝐧̃𝐨𝐫
Los heridos y muertos aumentaban cada vez más, las mujeres debían dejar de lado sus tareas domésticas para encargarse de ellos. Hombres, ancianos y niños que perecían en el lugar más salvaje, horrible, e inhumano de todos: La Cantera.
Miriam, Eloísa y Abigaíl no daban abasto ante la cantidad de personas mal heridas que había a su alrededor y se preguntaban ¿Cuanto? ¿Cuanto más iba a tener que sufrir su pueblo antes de que Dios cumpliera su promesa?
—Cada día se suman más —murmuró Eloísa mirando a su alrededor, la impotencia que sentía al no poder cambiar esa realidad le daban ganas de llorar.
—Debemos ser fuertes, hay que ayudarlos —contestó Abigaíl mientras colocaba una comprensa sobre la espalda de un niño que estaba lastimado.
Eloísa apretó los labios, mientras las lágrimas se asomaban por sus ojos.
—¡Esto es muy injusto, estos niños deberían estar jugando! Nosotros no merecemos esto.
—No pierdas la fé, Eloísa —le pidió Miriam tomando sus manos— Confía en que Dios nos sacará de aquí y nos llevará a aquella tierra que nos prometió.
La joven miró a su alrededor, el sufrimiento de la gente, el llanto de los niños, los ancianos moribundos y negó despacio con la cabeza.
—Estoy empezando a dudarlo... —miró a su tía— Al único lugar al que iré ahora, es a casa de la abuela a buscar más ungüento para estas personas.
Amarró su cabello y se fue de ahí sin decir nada más. Miriam miró a Abigaíl con angustia y negó con la cabeza.
—Ella se está volviendo igual que Aarón, esta perdiendo la fe en Dios.
—Lo lamento, Miriam —respondió Abigaíl — pero sinceramente, yo estoy empezando a creer que Eloísa tiene razón.
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Entró a la casa de sus abuelos y ahí estaba su madre junto a Jocabed, las dos estaban de salida.
—Hija... —sonrió Eliseba acercándose a su hija para abrazarla.
Esta correspondió al abrazo mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, pues ver a Eliseba tan animada no era muy común últimamente.
—Hola mamá —murmuró y cuando vió a su abuela sonriendo de oreja a oreja, ella sonrió también.— ¿Por que tan felices?
