Capítulo ocho

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La ansiedad y los ataques de pánico eran muy complicados, más cuando eran en mitad de la noche, en la oscuridad de una habitación y en un lugar que no era su "zona de confort".

Batallaba constantemente con todo aquello, a veces en silencio, a veces en compañía de su padre y padrastro, pero aún no se rendía.

– Dime, ¿qué haces para evitar la ansiedad? – preguntó OMS mientras miraba a Ucrania, quien estaba casi hecho bolita en su asiento, abrazando sus piernas y jugando con sus dedos.

– Comienzo a contar los surcos que hay en la madera del techo de mi habitación... hay un total de once mil novecientos treinta y cinco, y cuando eso no funciona, voy al baño y cuento cuanto cuadros hay en el azulejo cuadriculado, esos aun no los termino de contar, pierdo la cuenta – respondió Ucrania, suspirando y acomodándose mejor aún con el abrigo de su padre puesto.

– Me parece interesante que adoptaras la tarea de contar cosas, ¿has intentado adoptar alguna afición para terapia ocupacional?

– No... aunque, ¿cuenta como hobby cuidar de mi hermanito?

– No, Ucrania, no cuenta.

Ambos guardaron silencio, con OMS anotando en una libreta y Ucrania mirando sus manos, las cuales tenían los dedos delgados y heridos, tendía a morderse la pielecita de los borde de la uña cuando estaba muy ansioso, y ni siquiera era algo que hiciera de manera consciente.

– Mira, tengo una lista de actividades a realizar como terapia ocupacional, dales un vistazo y elije algo – la organización le dio una hoja de cuaderno al rubio, quien la tomo y la vio.

"Tejer, dibujar, cocinar, pintar, coser... ¿jardinería?, limpieza del espacio, escribir, salir a caminar"

– Uh, el tiempo acabo por hoy; cuídate mucho, Ucrania – la mujer se puso de pie, así que Ucrania la imitó, fue guiado a la salida del consultorio y sacado de este.

En la sala de espera estaba su padre con Reiviet en su regazo, lo tenía tomado de sus pequeñas manitas y jugueteaba moviendo sus brazos e inclinándolo hacia atrás, lo cual provocaba la risa del menor.

Ucrania solo se quedó mirando, colocándose tras la pared para no ser visto y no interrumpir el bonito momento, el cabello castaño y la piel rojiza oscura del pequeño niño contrastaba con la piel rojiza brillante y el cabello rubio del mayor.

– ¡Chaaaaan! – exclamó URSS con una sonrisa mientras empujaba hacia atrás al pequeño pero sosteniéndolo por las manos, haciéndolo reír, lo levantó y se inclinó para frotar su nariz con la de Reiviet – ¡Chaaaaan!

La risa del menor era muy potente y aguda, pero se oía impregnada de felicidad, era esa risa risueña que todos identificaban como felicidad pura.

Ucrania de pronto recordó cuando era niño y su padre hacia eso con todos sus hermanos y con él, aunque cuando tenía ocho años Ucrania ya no fue contemplado para ese juego, al parecer solo era para niños de un par de meses hasta siete años.

"Sigues siendo el mismo, papá... al menos ya no se le caen como con Estonia y Kirguistán"

– ¿Nia viene? – se escuchó preguntó Reiviet a su padre.

– Si, ya no tarda mucho, y en cuanto salga iremos al supermercado como vati nos pidió – respondió URSS con calma, enderezando al menor y besándole su cabello.

– ¿Ositos?

– Si... te compraré ositos de gomita.

Ucrania sonrió, si, su padre seguía siendo el mismo hombre que le compraba todo lo que pedían a sus hijos si eran pequeñitos.

Broken|| Country Humans UcraniaWhere stories live. Discover now