𝐒𝐮𝐢𝐜𝐢𝐝𝐞𝐝 𝐀𝐧𝐧𝐚𝐛𝐞𝐭𝐡

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ANNABETH SUICIDA

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PARA SER UN MONSTRUO ERA ALGO CÓMODO. Quizás es la pérdida de sangre. No lo sé.

Observaba su ancha espalda mientras me cargaba como un saco de papas. Aguantaba mi herida, aún con la espina enterrada. Dolía como mil infiernos y me hacía temblar.

El subdirector sacó un lanzamisiles de no sé dónde.

Yo no sabía qué clase de monstruo sería el doctor Espino, pero rápido sí que era.

Noté que Percy acariciaba su reloj. Quería activar su escudo, pero no era el momento. Necesitábamos ayuda.

Cerró los ojos y tardé un segundo en entender que hacía. Chico listo.

— ¿Qué haces, Jackson? —silbó el doctor—. ¡Muévete!

Abrió los ojos y siguió arrastrando los pies.

— Es el hombro —dijo con aire abatido. Mentía—. Me arde.

— ¡Bah! Mi veneno hace daño pero no mata. ¡Camina!

Me tranquilizaba que el veneno no fuera mortal pero... la herida si que lo era.

Nos condujo hasta el exterior mientras yo me esforzaba en concentrarme en no desmayarme.

El verano pasado Grover y Percy habían creado una conexión por empatía y le había enviado varias visiones en sus sueños para avisarle de que estaba metido en un apuro. Si no me equivocaba, seguían conectados, aunque él nunca había intentado comunicarse con Grov por ese medio. Ni siquiera estaba muy segura de que funcionara estando Grover despierto.

Fuera lo que fuera, me dió una idea.

«Katára, amiga. Busca a los chicos. Guíalos» comuniqué.

La serpiente dorada se deslizó fuera de la sudadera, cayó en la nieve y desapareció entre la maleza.

Espino nos guiaba hacia los bosques. Tomamos un camino nevado que apenas alumbraban unas farolas anticuadas. Me dolía la herida y pude sentir que afortunadamente no me desgarró ningún órgano pero cuando me aventó contra la pared rompió una de mis costillas. El viento se me colaba por la ropa desgarrada, era tan helado que ya me veía convertido en un carámbano.

— Hay un claro más adelante —dijo Espino—. Allí convocaremos a nuestro vehículo.

— ¿Qué vehículo? —preguntó Bianca. Protegía a Nico con su cuerpo—. ¿A dónde nos lleva?

— ¡Cierra la boca, niña insolente!

— No le hable así a mi hermana —dijo Nico. Le temblaba la voz, pero me admiró que tuviera agallas para replicar.

El doctor soltó un horrible gruñido. Eso ya no era humano. Me puso los pelos de punta. Por dentro, no paraba de proyectar mis pensamientos a la desesperada y maldiciones hacia el ¿hombre?

— Hagan lo que dice.... —murmuré.

El Doctor Espino soltó una carcajada. —Chica lista, lástimas que no podré matarte yo.

ANATEMA ⋆ PJOWhere stories live. Discover now