Capítulo 30

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30.- Yo controlo las sombras.


- ¡Henry!

La vi acercarse corriendo, flotando entre una nube de cabellos alborotados y el baile de su falda. Pétalos de flores volaban a su alrededor.

El prado, plagado de flores, rodeaba un copioso lago. Me puse en pie, apoyando la mano sobre el tronco de un gran árbol. La recibí con una sonrisa de oreja a oreja. Siempre había sido poco puntual.

- Vuelves a llegar tarde -dije.

- Lo siento, lo siento -contestó con apuro.

Apoyó las manos sobre las rodillas y se dejó caer poco a poco contra el árbol.

- He venido desde el pueblo corriendo. ¿Sabes lo lejos que está esto? -Comenzó a abanicarse con las manos.

- Lo sé -me agaché y besé su frente con dulzura-. Muchas gracias por haber venido.

- No las des, bobo.

Se sentó sobre la fresca hierba, ardiendo sus mejillas. Miró al suelo y comenzó a jugar distraídamente con sus dedos. Me senté a su lado.

- ¿Hay algo que te preocupe, Dana?

- Bueno... -Titubeó, apartando la mirada.

- Sabes que puedes decírmelo.

- Sé que te lo he preguntado muchas veces, pero... ¿Cuándo vas a venir al pueblo conmigo? Estoy harta de que tengamos que escondernos -dijo, como cada vez que nos veíamos.

- Dana... Sabes que no puedo ir. Es demasiado peligroso. Es demasiado peligroso que nos veamos incluso aquí.

- Lo sé. Pero yo quiero compartir mi vida contigo, no verte cada semana perdidos en medio de ninguna parte -dijo con un tono más amargo de lo que podía soportar.

- ¿No te parece bonito este prado? Tú eres más hermosa, por supuesto, pero me gusta este lugar -comenté, tratando de cambiar de tema.

Ella río. Su voz dulce se movió entre el viento, acariciando las flores y las hojas del árbol.

- Sí, es precioso -coincidió.

Se recostó a mi lado y me abrazó con fuerza. Permanecimos así durante varios minutos, disfrutando únicamente de nuestra presencia. Dana era una hermosa joven de un pueblo de montaña. Sus familiares eran buena gente, honrada y generosa. Regentaban una tienda de ultramarinos en el pueblo. Muchas veces habían pensado en ir a vivir a la ciudad, pero en aquellos tiempos el dinero no abundaba y, aunque era una época más brillante, no todos podían cumplir sus sueños.

- Henry -susurró. La miré y ella besó mi mejilla-. Te quiero. Te quiero mucho.

- Yo también te quiero -susurré.

Había conocido a Dana hacía casi medio año. Nos encontramos un día mientras paseaba por el borde del lago. Nunca he querido tener relación con el resto del mundo, pero en aquel caso hice una excepción. Desde aquel día nos encontramos con más regularidad. Al final, acabó creciendo entre nosotros una relación especial que nunca antes había experimentado.

- Hoy mi padre nos ha prometido que dentro de poco mejorará la situación económica de la familia. Quizás podamos irnos a la ciudad, ¿sabes?

- Bueno, eso está bien -asentí, tratando de ser prudente.

- ¿Cómo puedes decir eso? -Exclamó, indignada-. Si nos vamos... No te veré nunca más.

Guardé silencio. La mirada de Dana me taladró y acarició mi corazón. No pude soportar aquella mirada de reproche.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora