Entré en el bar con la misma expresión hostil que tenía siempre, pero nadie, absolutamente nadie, me dirigió una mala mirada o hizo comentario ofensivo alguno hacia mi persona. En unos cuantos pasos llegué hasta la barra del bar. Crucé los brazos sobre esta y eché el cuerpo un poco hacia delante para ponerme cómodo. Observé la mirada ambarina de Klaine durante unos instantes y él se quedó quieto para que pudiese hacerlo. Después él sonrió y me hizo la misma pregunta de siempre.

- ¿Cuándo vas a dejar el tabaco?

- Cuando tú dejes de trabajar aquí.

Aquello era lo que le respondía siempre; cuando él dejase de trabajar allí ya no tendría un motivo en especial para ir a aquel local infesto. Además, sin las conversaciones con Klaine no es lo mismo por muy estúpido que suene.

Se rió; dos golpes de voz suave que resonaron en mi cabeza. Era un chico joven, quizás de no más de veinte años. Y, bueno, quien dice chico, dice demonio. Klaine tenía el cabello oscuro y casi tan largo como yo, con algún rizo u ondulación entre sus mechones negros. Sin duda no tenía el pelo tan brillante y cuidado como el de Aris, que era del mismo tono, pero seguía siendo muy bonito. Sus ojos eran de un inusual color ámbar y su piel tenía el tono pálido que tienen todos los demonios, o, por lo menos, los que yo conocía. Su rostro fino, atractivo y joven, le daban un aire de inocencia que lo volvía irresistible entre la clientela femenina del bar: casi siempre iba él a atender a las pocas mujeres que por allí aparecían.

Me contestó con aquel tono de voz dulce y tímido que le caracterizaba.

- ¿Aún sigues con esas? Si la cosa sigue así vas a seguir fumando durante mucho tiempo -aseguró.

- ¿Sigues sin encontrar nada? -Pregunté yo tratando de cambiar de tema.

- No, nada de nada. Parece que la suerte no está conmigo. O eso, o que estoy destinado a trabajar detrás de una barra el resto de mi vida.

- ¿Quieres que te intente buscar algo? Sabes que tengo contactos.

- Déjalo, Blake, seguro que ya tienes bastante con lo tuyo -se limitó a decir; por su expresión quizás no quería haber dicho eso.

- ¿A qué te refieres?

¿Qué se suponía que sabía Klaine de mí que yo no le había contado? Porque, aunque nos llevásemos bien, aún estaba el impedimento Empleado-ciudadano; no debíamos tener contacto más allá de lo laboral.

- El ascenso, Blake. Aquí las noticias vuelan, ya lo sabes -dijo él.

- ¿Te crees todo lo que dicen los borrachos?- Traté de bromear, alejando el tema de mi ascenso.

- Me fío más de ellos que de la programación del Gobierno - y yo compartía su opinión. Continuó-; de todas formas, lo vi en las noticias hace poco. Estarás contento, ¿no?

¿Han emitido un comunicado del ascenso tan pronto? -Pensé.

- Pues no. Yo no pedí esto -contesté inmediatamente.

- Sabía que dirías eso. Eres el único que piensa así.

- Entonces, ¿a ti te gustaría ser un Capitán, traicionar a los que te están apoyando y se consideran tus amigos?

- Vale, somos los únicos que pensamos así.

Sin que le dijese nada, con aquella pequeña sonrisilla que solía esbozar de vez en cuando, se giró hacia uno de los cajones que quedaban a su espalda. Sacó un paquete rectangular de cartón, adornado por alguna marca de tabaco, y me lo lanzó. Yo lo cogí al aire y, después de guardarlo en uno de los bolsillos de la cazadora, le pagué el precio habitual.

El Ángel de Lucifer [Completada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora