¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

La puerta se volvió a abrir y vi a la madre de Sebastián con una bata de médico, pero no la pude escanear mucho porque me abrazó apenas me vio.

- Vale, gracias a Dios estas bien – dijo y pude escuchar como su vos se entre cortaba, se separó y me tomó de las mejillas – Desde que desapareciste rece todos los días porque te encontraran, no sabes cuánto me alegro de que estés viva – lágrimas y más lágrimas salían de sus ojos – le avisaré a tus padres que despertaste.

Me dio un beso en la frente y se secó las mejillas, cuando se dio la vuelta para irse la detuve jalándola de la bata, ella volteo a mirarme.

- No sé si sabe, pero Sebastián me contó lo de Abby – la impresión no cabía en sus ojos, no le había dicho – Quiero que sepa que lo siento mucho, y espero que pueda quererme a mí como una hija más, porque le tengo mucho cariño y sé que es una madre maravillosa que ha pasado por algo que no se le desea a nadie.

De nuevo comenzó a llorar, me tomó de la mano y la apretó.

- Cuanto me hubiera gustado que mi bebé hubiera aparecido a tiempo como tú – asintió con pesar, el dolor en su mirada era horrible. La muerte de un hijo no se supera nunca, solo se aprende a vivir con ello, porque esas lágrimas que ella estaba derramando eran de una madre que aún no estaba ni cerca de superar eso.

- Me imagino – fue lo único que dije, no sabía que más decir, de nuevo se acercó a mí y me dio un beso en lo alto de la cabeza para luego irse.

No pasó mucho tiempo cuando mi madre abrió la puerta de golpe, vio que estaba despierta y solo me abrazó mientras lloraba, yo también lo hice, luego se nos sumó mi padre y mi hermano, los había extrañado tanto, pensé que no los volvería a ver, que no volvería a comer la rica comida de mi madre, que no volvería a jugar juegos de mesa con mi padre, que no volvería a reírme de las ocurrencias de Gabriel, pensé que mi vida había terminado, pero estaba allí, estaba viva, y me di cuenta que mi vida le importaba a muchas personas, que yo era importante, casi morir me hizo darme cuenta que mi vida vale y que no la desperdiciaría de ahora en adelante.

Lilian dijo que estaba bien, que no me había transmitido ninguna enfermedad sexual ni me había embarazado, que los golpes no habían hecho daño y que los cortes no se habían infectado, solo estaba débil por la falta de alimento y por la pérdida de sangre, pero que a pesar de todo, físicamente, no estaba mal, ahora solo faltaba que me analizaran psicológicamente, de allí si debía estar hecha un desastre. Mi padre supo que me haría falta y cuando terminaron de darnos los resultados médicos entró un psicólogo que mi padre contrató.

Que les digo, lloré, lloré demasiado, me hizo darme cuenta que si yo no me quería como debía, siempre creería que no era importante para nadie, pero no es así, me dijo que los cortes jamás eran una salida, que siempre habían más cosas en donde somatizar el dolor, nunca debemos recurrir a algo que nos destruye por la desesperación que estamos sintiendo, aunque creamos que no hay salida, que nos estamos hundiendo en la depresión, escribirlo, hablarlo, hasta gritarlo, era mejor que autodestruirse uno mismo.

Mis padres entraron y tuvimos como una especie de sesión familiar, les dijo que la ausencia de ellos también me había afectado mucho, ese desplazamiento que hicieron no era sano para nosotros, pero que yo no supe como tomarlo y como tenía problemas de autoestima, eso me puso peor porque no tenía el apoyo de ellos, mi madre me pidió disculpas mientras lloraba, mi padre igual, y fue cuando le dije de mis cortes... su expresión fue de asombro total, ellos miraron a Gabriel, pero el solo me miraba con orgullo, él sabía que decirles eso era lo último que hubiera hecho, pero era necesario, mi madre no lo podía creer, ahora entendía porque siempre andaba en chaqueta, no usaba bikinis, no dejaba que nadie me viera en ropa interior, ellos solo me abrazaron y prometieron que a partir de ahora iban a estar más al pendiente de mí, de nosotros.

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