Capítulo VI

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–Alteza,– dijo María acercándose,–¡Gracias a Dios!, al fin la encuentro, ¿dónde estaba?.–Maria no tenía idea de todo la que había pasado.

–¿Dónde estaba?,– repitió furioso,–  señorita Bonnet, ¿está usted intentando convencerme de que no es cómplice de la loca idea de la princesa.

–¿Qué idea, mi Lord?.– preguntó confundida.

–De ayudar a salir a la princesa del bazar sin que nadie lo note, ¿le suena eso señorita Bonnet?.

–Ella es inocente,– intercedió Alice,–no es cómplice de nada, Le engañe, igual que lo hice con usted.– Alexandre apretó la mandíbula.– por cierto, no fue para nada difícil, creí que engañar a un hombre como usted requeriría de más astucia pero no fue así.– Alexandre la miró aún más molesto.

–Señorita Bonnet, le queda rotundamente prohibido dejar sola a la princesa durante los momentos en los  que tenga que ausentarme.

–Lord Fontaine, le pido me disculpe, prometo que no volveré a dejar sola a la princesa.– dijo María angustiada.

–Lord, Acepte el trato que le ofrezco.– insistió Alice, mientras observaba a su madre acercarse junto a la marquesa.– le doy mi palabra de que no volverá a suceder algo igual.– dijo casi suplicando.

–Le he dicho que no, y es mi última palabra.– contestó severamente.

Alice sintió miedo y ansiedad, sabía que su padre era un hombre muy duro y estricto, sin duda su castigo sería mayor de lo que ella podía imaginar. El pánico se apoderó de ella, se comenzó a sentir abrumada, y sin oxígeno.

–¡Hace mucho calor!– exclamó agitando la mano,– creo que no puedo respirar.– dijo con sofoco.

–No, Alteza.– negó Alexandre con sarcasmo,– Debo reconocer que tiene talento para las artes dramáticas, pero, está vez no va a funcionar su teatro.

–No puedo respirar.– comenzó a hiperventilar.

–Lord, creo que no esta fingiendo.– dijo María preocupada.

–No,– negó,– lo siento, alteza, pero no estoy para sus juegos.

–¡Santo cielo!, ¿qué te ocurre, querida?.– preguntó con preocupación la reina una vez llegó donde ellos se encontraban y miró a su hija en ese estado.

Ya habían llegado a oídos de la reina algunos  comentarios mal intencionados sobre lo ocurrido, algunos decían: ¡corre detrás de un caballero!, ¡Que escándalo!, ¡Es una desvergonzada, perseguir a un hombre como si fuera una mujerzuela!. La reina no sabía la razón de dichos comentarios, y aunque deseaba que su hija le diera una buena explicación, en ese momento, le preocupaba mucho más saber lo que le ocurría, ya que su rostro lucía muy pálido.

Alice no jugaba, tal como lo creía el joven Fontaine. La verdad, estaba cruzando por una crisis de ansiedad, tal vez el no haber comido ni bebido nada desde la mañana, sumado el estrés y el calor, llevó a que su cuerpo reaccionará de esa forma. Se sentía sin fuerzas, No podía mantenerse más en pie, así que no tardó en desplomarse; afortunadamente Alexandre reaccionó a tiempo, y pudo evitar que su cabeza se golpeara contra el mármol.

–Alteza,– dijo el joven inquieto, dando pequeños golpecitos en su mejilla para que reaccionase.– Alteza, míreme.

–¡Dios santo!,– exclamó La reina, se inclinó hacia Su hija, –Alice, querida, reacciona, abre los ojos, ¡por amor a Dios!.

Las persona no tardaron en aglomerarse, para poder mirar de cerca lo que ocurría.

–Háganse a un lado, necesita respirar.– pidió Alexandre a la multitud.–Señorita Bonnet,– llamó, María se había quedado pasmada,–Señorita Bonnet, reaccione por favor, necesito su ayuda.– María parpadeo varias veces,– Necesito que busque un doctor.– asintió sin decir nada, se levantó con prontitud y fue a buscar al doctor.

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