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El rugido ensordecedor de los motores llenó el circuito de Miami. La expectación ante la quinta carrera de la temporada se sentía palpable en el aire, la adrenalina y la determinación corriendo por las venas de cada piloto.

Un monoplaza rojo destacaba por su imponente presencia en la pista, y en su interior, se encontraba uno de los pilotos más talentosos de los últimos tiempos: Cellbit. El número 27, el prodigio y "chico dorado" de Ferrari.

El sol radiante se reflejaba en el asfalto, calentando aún más el ambiente. Cellbit sentía la adrenalina en todo su cuerpo mientras sus manos se aferraban al volante. Tenía una mente decidida y toda su concentración puesta en la victoria. Iba a ganar la carrera.

Cell, ¿me escuchas? —la voz de su jefe de equipo, Vegetta, resonó en sus oídos.

—Fuerte y claro.

Bien. Sabes de lo que eres capaz. Todos confiamos en Foolish y en ti, ¿entiendes? —hizo una pausa antes de seguir—. Traenos el premio.

Cellbit se sentía confiado. Había arrastrado al resto por el suelo el día anterior en las clasificaciones y había conseguido el mejor lugar en la pista, incluso sobre su compañero de escudería, Foolish. No había forma de que no llegará al podio.

El ruido se intensificó cuando los coches comenzaron a alinearse en la parrilla de salida. Cellbit miró a su alrededor y observó a sus competidores, todos con los ojos fijos en el mismo objetivo: la gloria en forma de bandera a cuadros.

Las luces de los semáforos se encendieron uno por uno, creciendo el suspenso hasta que todas se apagaron al mismo tiempo. El corazón de Cellbit latía con fuerza mientras presionaba el acelerador y salía disparado hacia la primera curva. Los neumáticos chirriaron en el asfalto y soltaron una nube de humo mientras los monoplazas se apresuraban en busca de la posición más ventajosa.

El circuito de Miami era un reto para todos los pilotos. Tenía muchas curvas cerradas y largas rectas que ponían a prueba la habilidad y la velocidad de los corredores. Era un reto, pero aquella era la parte divertida. El peligro era una parte crucial.

Como en cada carrera, Cellbit debía competir contra los pilotos y contra sí mismo. Mantener su cabeza en nada más que las curvas, los giros y el circuito que se sabía de memoria podía ser un mayor desafío que el enfrentar a los demás.

A medida que la carrera avanzaba, el bullicio de los motores se mezcló con los gritos de emoción de los fanáticos, Cellbit se sumergió en un estado de concentración absoluta. Su mente estaba en sintonía con su máquina, anticipando cada movimiento, cada cambio en las condiciones de la pista.

En la vuelta 10, uno de los pilotos de Mercedes trató de adelantar a Cellbit en una curva, sin embargo, el corredor brasileño lo bloqueó con maestría y mantuvo su posición. Sonrió cuando su equipo le informó a través de la radio que estaba en la segunda posición, justo detrás del líder de la carrera, un piloto de Red Bull. Cellbit no se desanimó, sabía que aún quedaba mucho por recorrer.

En esos momentos, el perder la concentración no era plausible, sin embargo, no podía evitar pensar en que haría cuando ganara. Cuando llegara al final de esa carrera y se preparara para viajar al siguiente destino.

Bueno, definitivamente no era el mejor momento para pensar en ello.

Cellbit comenzó a acercarse al líder después de unos minutos, aunque fue hasta la vuelta 30 que logró adelantar al piloto de Red Bull en una curva cerrada. Pudo escuchar los gritos de euforia de los fanáticos y sonrió bajo su casco. No podía bajar la guardia ahora.

Continuó manejando a un ritmo constante, aprovechando al máximo las características del circuito de Miami y en la última vuelta, la tensión en el circuito era palpable. Cellbit lideraba la carrera, pero el piloto de Mercedes lo seguía de cerca.

Speed of Sound [Guapoduo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora