CAPÍTULO 42

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Por mucho que esperamos al Cretino a salir de sus aposentos, él no apareció ante nosotras para dar algún tipo de explicación. Destina se había quedado conmigo aun a pesar de que ella requería reposar un poco más, alegando que se moriría del aburrimiento, si eso era físicamente posible.

Era en esos momentos en los que me hacía recordar a un domingo por la tarde, soporífero y extremadamente tranquilo, pero lleno de posibilidades. Pensé en que, si se lo pedía amablemente, quizás podía salir con Masaru un rato al exterior.

El caso es que eso implicaría dejar a Destina sola y eso estaba fuera de discusión. Pero, quizás por mera intuición o por mis quejas silenciosas, ella supo lo que me rondaba la cabeza. Una ligera sonrisa amable flotó en su rostro inmaculado. A veces, la luz parecía emerger de su interior, como si fuera el Gran Astro reencarnado en una mujer.

Era la típica persona que consideraría amiga fuera de estas paredes, cosa muy distinta a su hermano, que era del tipo que evitaba a toda costa. Pero claro, la vida no me ponía las cosas fáciles, ¿qué pensaba? ¿que la muerte sería más benevolente conmigo?

Un toque en el hombro me hizo girar el cuello casi sobresaltada. Con un gesto rápido, Destina se puso en pie y fue directa al armario, ¿qué demonios estaba maquinando?

― ¿Te gustan los disfraces, Karma? ―me preguntó mientras rebuscaba entre los efectos personales de su hermano. Aquella pregunta hizo que mis cejas se juntaran sin comprender hacia donde ella quería llevar la conversación.

Al extenderse mi silencio, ella se giró para mirarme sin borrar su sonrisa. Una espinosa sensación me atravesó el pecho sin saber las razones. Su voz descendió casi como si quisiera contarme un secreto.

―La cuestión tiene un porqué: sé que estás harta de quedarte de brazos cruzados mientras mi hermano se va de excursión. Así que he pensado que podríamos irnos con Masaru a la ciudad. Pero claro...no puedo ser vista.

Recordé amargamente el castigo que ella estaba cumpliendo. La estructura del Inframundo apenas lograba entenderla, pero cuanto más sabía, menos me explicaba lo que sucedía. Ese abuso de poder debía de reducirse, limitarse hasta unos niveles lógicos. De esta forma, ni estando muerto podrías hallar la paz.

Me gustaba la idea de Destina, pero no el riesgo que correríamos si ella era descubierta, ¿La condenarían al Olvido? ¿Desaparecería? no quería ni pensar en ello, así que negué con la cabeza, lo que hizo que ella cruzara sus brazos en señal de desaprobación.

―Yo también deseo salir―susurró con su mirada triste. Me encontraba en una encrucijada, ¿debía o no? ¿le daba el gusto? ¿merecería la pena? Pero antes de contestar me puse en la peor de las situaciones; que ella desapareciera sin que su hermano supiera lo que estábamos a punto de hacer. No, definitivamente lo impediría.

Porque aun a pesar de mi situación, Destina era alguien a quién apreciaba. Si alguien no se merecía castigo alguno, esa era ella. Había tenido demasiado y yo no contribuiría a su destrucción.

Ella sabía que algo me rondaba por la mente, algo relacionado a toda su desgraciada existencia. Lejos de callarse, explotó en una ira que me era completamente inesperada. Su voz era distinta a la que conocía.

― ¡Riesgo, todo es riesgo Karma, incluso cuando uno está muerto!¡Pero si nos limitamos a quedarnos en una esquina a lamernos las heridas, a acatar extrañas normas que nos encadenan a un eterno vacío, prefiero irme de cabeza al Olvido!

Algo se fracturó en mí, algo que no lograba detectar, pero ahí estaba, como una fuerza que me hizo ir hasta ella. Eché el aire de mis pulmones y me encaré a ella.

¿Qué hice yo para merecer este infernum?#LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora