CAPÍTULO 6

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Durante aquella noche Alex no pudo dormir bien. Estuvo buena parte de la noche haciendo recuento de todo lo que había pasado hasta el momento en que llegaron al Palacio Naitodagā, aun no podía creer que estaban en presencia del Clan del Dragón, además del hecho de que ahora habían formado una alianza con ellos para así detener al Clan de la Sangre, habían pasado apenas un par de días desde su llegada y habían sido demasiadas emociones en tan poco tiempo que a veces se sentía como si estuviese atrapado en un sueño. Se incorporó lentamente y escuchó el canto de las aves por fuera de su recamara, las delgadas paredes de papel adornadas con arte japonés tradicional le permitían sentir el exterior con mucha más claridad, un contraste enorme con Nueva York, allá en su ciudad el escándalo de los autos y el barullo incesante de la ciudad a menudo le despertaban, pero ya se había acostumbrado al ruido, era el sello de su hogar, la firma de la Gran Manzana en todo su esplendor.  Pero ahora que se hallaba lejos de casa, en una tierra completamente diferente a la que conocía a varios miles de kilómetros de distancia; no podía dejar de sentirse extraño, nostálgico quizás, aun con todo el caos que podía albergar, aquella caótica ciudad seguía siendo su hogar. Pronto la tristeza que traía consigo la añoranza de volver se desvaneció, pues la presencia del Clan de la Sangre se alzaba sobre el horizonte, y mientras nadie le pusiera fin su hogar jamás estaría a salvo, así que debía adecuarse a aquella tierra extraña y luchar para salvar su hogar y regresar una vez más a él.

Se puso de pie y con sus pies descalzos vagó por la recamara, la madera fina en sus plantas estaba fresca a causa de la lluvia y la altura a la que se encontraban. Miró de regreso a su cama, Zoey estaba profundamente dormida, no quiso molestarla así que como un espectro salió del lugar y llegó a uno de los muchos jardines del complejo. El aire fresco era acompañado con una tersa neblina que difuminaba el bosque en las cercanías. Avanzó a través de los caminos de adoquín hasta una saliente que le brindaba una hermosa vista de su alrededor, aquel sitio de verdad era hermoso y pacífico. Tomó aire y se permitió cerrar sus ojos por unos breves instantes, simplemente dejándose llevar por el canto del viento entre los árboles y el sonido de las aves que revoloteaban en las alturas con plenitud. Hasta que de pronto un sonido asesinó el silencio, abrió los ojos y entró en alerta, se trataba de una sucesión de silbidos metálicos, sucedidos a su vez por una suerte de golpes secos contra alguna superficie, no necesitó escuchar demasiado para saber de qué se trataba, lo sabía bien, era el inconfundible sonido de una espada siendo blandida. No perdió tiempo y bajó por unas escaleras de piedra labrada hasta que llegó a un prolongado puente de madera que lo llevaba hasta internarse en los inicios del bosque, siguió a toda velocidad, escuchando aquellos golpes cobrando cada vez más y más fuerza, apretó sus puños y temió lo peor.

No fue hasta que arribó a un área en medio del bosque que pudo ver lo que sucedía. Aquel hombre que los había encontrado se hallaba entrenando, el maestro Ren Shinomura. Vestía ahora un kimono azul rey, igualmente estaba descanso, se deslizaba a través de una superficie de madera con gracia y estilo, todo mientras lanzaba veloces golpes contra unos ídolos de madera que simulaban sus oponentes. Alex se guareció tras una vieja estatua de un samurái y se le quedó mirando un tiempo, la ferocidad con la que atacaba solo era opacada con su maestría con la espada y su innata capacidad para luchar, casi parecía estar realizando una danza. Se asomó un poco más, y fue entonces que aquel hombre le arrojó un kunai, Alex reaccionó y se lanzó en una voltereta que lo puso a salvo, aquella daga había quedado clavada contra un árbol cercano. Agitado miró de regreso al maestro y este le sonreía.

—Oí tu respiración desde las escaleras. Alex Jefferson —emitió, sereno y sin dejar de lado su entrenamiento. Una vez descubierto salió por completo de su escondite y llegó hasta él. Parecía estar en una especie de plataforma ceremonial para entrenamiento—. Es una falta de respeto espiar a las personas, ¿lo sabias?

LOS PROTECTORES: Los CondenadosWhere stories live. Discover now