CAPÍTULO 2

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El pánico inundaba las calles. La destrucción causada por los ataques había dejado tras de sí una ola de pandemonio y anarquía que pocas veces se había visto desde La Era de Sombras. La gente huía despavorida, buscando un lugar seguro mientras que el fuego se extendía en cada rincón, peleas y saqueos comenzaban, mientras que las fuerzas del orden luchaban desesperadas para contener la situación a como diera lugar, todo era una locura.

—¡Necesitamos apoyo, repito, necesitamos apoyo! —vociferaba un desesperado oficial a su radio, mientras que las balas iban y venían desde la barricada que las patrullas habían montado y un edificio cercano del cual múltiples maleantes disparaban. No había señal, todas las comunicaciones habían sido cortadas luego del ataque, estaban solos y a cada segundo que pasaba su fuerza disminuía y sus municiones se agotaban.

El fuego cruzado se mantuvo por interminables segundos hasta que otra explosión cercana sacó volando una patrulla. Los oficiales se desperdigaron, algunos fueron alcanzados por la calurosa expansiva y terminaron abatidos en el suelo, los anarquistas aprovecharon y fueron contra ellos, haciendo uso de fuerza bruta redujeron a los policías a menos de una docena. El oficial Jacobs, quien otrora había pedido refuerzos por la radio se incorporó, y vio como los criminales atacaban a sus amigos, se arrastró débilmente hasta su patrulla y trató de tomar su escopeta de nuevo, pero un corpulento hombre que vestía harapos similares a los de un motociclista se presentó y de un portazo lo detuvo, el oficial gritó, y el motociclista tomó una barreta que llevaba como arma y le asestó un golpe a la cara, la sangre del policía se esparció contra la acera y terminó cayendo contra el asfalto, débil y malherido miró a su contrincante, quien reía maliciosamente mientras meneaba su barreta.

—¿Ahora no eres tan rudo, eh? —lanzó algunas risas cargadas de malicia y ventaja—. Te dije que te iba a ir mal en cuanto saliera —reconoció el hombre mientras apretaba con fuerzas su arma.

El oficial Jacobs limpió sus labios y escupió una vez más al suelo, miró al motociclista y le retó con la mirada.

—Sigue hablando, idiota. No tengo toda la maldita noche, así que hazlo de una vez.

—¡Como tú quieras! —alzó la barreta con toda la intención de estrellarla contra su cara. El oficial no se echó para atrás, apretó los dientes y esperó el golpe final. Pero antes de que el frío metal de aquella barra destrozara su cara, una flecha voló entre la oscuridad y aterrizó sobre la mano del criminal, hiriéndolo profundamente y forzándolo a soltarla. El motociclista gritó, y cuando se giró para ver lo que lo había atacado, una flecha más aterrizó contra su pecho y mandó una poderosa descarga eléctrica que lo puso a dormir en cuestión de segundos, ante la atónita mirada del oficial Jacobs.

—¿Qué carajos? —volteó a todas partes. Una oleada de silbidos venidos de todas partes dejaban tras de sí una ráfaga de flechas que caían contra los criminales armados y que sometían a los policías.

En eso uno trató de correr, pero una figura encapuchada saltó desde una cornisa y aterrizó contra él. El impacto no fue suficiente, por lo que el encapuchado le asestó un golpe que lo dejó totalmente inconsciente. En eso se levantó, y de entre las sombras emergieron más de ellos.

Uno más de aquellos criminales intentó atacarlo, pero la figura de un chico lo contuvo con una seguidilla de agiles golpes y una patada giratoria que lo catapultó contra una de las patrullas. Otro más corrió para atacar, pero una figura femenina apareció, y con la velocidad de un felino escaló hasta atrapar su cuello con las piernas y así llevarlo al suelo con una llave de sumisión. Un vez que el criminal estuvo contenido, ella lo noqueó con un izquierdazo. Uno a uno los criminales acabaron siendo derrotados, entonces el encapuchado avanzó hacia el oficial y se descubrió.

LOS PROTECTORES: Los CondenadosWhere stories live. Discover now