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— ¿Ya viste tu nombre? —preguntó mi padre manteniéndome en sus hombros para que pueda ver la lista de los que fueron admitidos para iniciar la academia.
— Ya lo vi, soy la primera —señalé mi nombre—. Hiromi Senju.
— Bien hecho, en poco tiempo estarás en un aula recibiendo tus clases importantes.
— No me emociona —murmuré.
— ¿Ya encontraste tu nombre, hijo? —la voz de un hombre no muy lejos de nosotros llegó a mis oídos.
Vi a un niño sobre sus hombros, igual que papá y yo. El niño parece buscar con desesperación el lugar en el que está su nombre.
— No está, no estoy en la lista —se lamentó.
Noté como algo caía al suelo, me di cuenta que eran lágrimas suyas.
— No estoy en la lista, papá —repitió llorando.
— Papá, ¿Por qué él no está en la lista? —pregunté con tristeza ante la escena que veo.
— Bueno... Es que ellos... Ellos no son como nosotros, cariño —apoyé mi barbilla sobre su cabeza.
— ¿Cómo nosotros? ¿A qué te refieres? —papá comenzó a caminar alejándonos de ahí.
— Pues he oído de su padre, se llama Might Dai, he oído que tiene cierta dificultad para realizar jutsus. Así que debo imaginar que es igual con su hijo, por eso no fue admitido.
— Pero... Ése niño quiere entrar a la academia y volverse un shinobi, ¿Por qué no pueden permitirlo? No creo que sea tan necesario poder usar jutsus.
— El sistema escolar no tiene un modelo educativo que pueda orientar a personas así.
— Pues deberían, si yo fuera Hokage lo dejaría entrar a la academia.
— Las cosas no funcionan así.
— Yo no quiero entrar a la academia, pero él sí, ¿Puedo darle mi lugar?
— ¿Tu lugar? No, no puedes transferir tu lugar, ya te lo dije, así no son las cosas —rodé los ojos.
— Pues que tontas reglas —me quejé.
Papá me llevó hacia el hospital, donde mamá está trabajando con Shizune. Desde que tengo memoria mi madre ha trabajado en el hospital, sé que es ninja médico desde mucho antes de mi nacimiento. Ella conoció a Hashirama cuando era pequeña y también al segundo Hokage. Si alguien preguntara la razón por la que soy tan bonita a mis cinco años, él es la razón. Lo tengo en la sangre.
