xix. "¿por qué?"

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MAIA'S POINT OF VIEW.

Sonreí en el momento exacto en el que crucé aquellos pasillos de cemento, sintiendo mis oídos llenarse de alegría cuando el canto de la hinchada argentina se escuchó por todo el estadio. Nunca podría llegar acostumbrarme a este momento de mi vida en dónde disfrutaba del fútbol. Siempre lo odié y nunca pude entender algo que no sea un gol o un penal.

Pero desde que conocí a Leandro, empecé a recrear un pequeño amor-odio hacía tal deporte. Interesándome por los partidos importantes de las grandes ligas y sobre todo, entendiendo muchísimo mejor el juego y las reglas necesarias para que todo esté correcto. Ahora sabía lo que era una falta, un saque de área o un tiro libre. Y todo gracias a él.

Con respecto al anterior nombrado, no tuve interacción alguna después de lo sucedido en el hotel. Prefiero evitar rotundamente cualquier recuerdo de aquella noche, más que nada porque la culpa y tristeza de saber que nuevamente lo hice sentir mal, me desvastaba. No dije la verdad, tampoco sé cómo pude mentirle al mirarlo a los ojos, pero de lo que estoy segura es de estar haciendo las cosas bien. Yo no quiero que Leandro deje a Lola. Mi única manera de parar todo es negándole el amor que le tengo, porque no hay algún otro método que pueda parar al hombre si él sabe que no es recíproco.

Sé que quizás al hacerlo lo lastimé. Estoy consciente de que cada vez que hago las cosas a mí manera y de la que creo correcta, siempre alguien sale lastimado. La última vez fuimos ambos. Ahora, saber que no compartimos el mismo sentimiento, me hacen creer que lo estoy dejando sólo en la agobiante situación de no ser amado. Y lo único que quiero para amortiguar la decepción es llorar.

— Elena, ¿querés pochoclos? —cuestioné una vez que mi cuerpo tomó asiento. Estábamos muy cerca de Agustina y Oriana pero ninguna se acercó a saludarme porque ni siquiera notaron mi presencia.

— No, me duele la panza.—expresó mirando la multitud.—

— Estás nerviosa. Es normal.—sonreí, acomodando su pelo y peinando un poco aquellas trenzas.

— ¿Cuándo sale papá? —suspiró, mirando el pasto verde chillón.— ¡Hey! ¡Mira!

Cómo si la hubiese escuchado, tres siluetas bastante conocidas y familiares sé aproximaron al principio de la cancha, aumentando los gritos eufóricos de los fanaticos.

— Ahí está tu papá. —murmuré con una sonrisa, evitando en vano mirar al hombre que desde lejos, nos buscaba con la mirada.

— Creo que te busca a vos, Ele. —comentó mi ex-suegra, anunciando la llegada de la familia Paredes.— Saluda así te ve.

Sin dudar ni un segundo, Ele comenzó a saltar y estirar su mano en dirección a su progenitor, cansándose muy fácil cuando notaba que era muy difícil que el morocho la observara.

— Saluden todos. —comentó el mayor de todos los allí presentes, haciendo que levantáramos los brazos en alto para que Leandro por fin nos encontrara.

Elena se inundó de alegría cuando su papá la vió y no pudo dejar de saltar y saludar cada vez que tenía la oportunidad. Desde lejos, podía ver y darme cuenta de la sonrisa que adornaba el rostro de mi ex pareja, demostrándome lo bien que le hacía tener ahí a Elena, apoyándolo sin vergüenza alguna.

Dejé de mirar hacía el frente cuando noté que varias personas tomaban asiento en la misma fila que yo y me sorprendí bastante cuando vi como Lola subía las escaleras para llegar hacia donde estaba mi asiento, ajena a mi presencia.
Tomé valor y con una sonrisa llamé su nombre, arrepintiéndome en el instante que mi boca exclamó su nombre.

— ¡Lola! Hola. —extendí mi comisura, ganándome una sorpresiva e incómoda mirada.— ¿Cómo estás? ¿Todo bien?

— Maia. —respondió sin entusiasmo, a lo que, aclaró su garganta.— Estoy bien. Gracias por preguntar.

— ¿Segura? —murmuré extrañada, colocando una de mis manos de manera cariñosa sobre su hombre.— Sabes que si necesitas algo podes hablar conmigo.

Mala elección de palabras.

La menor al escuchar mis últimos acotes, cambió rotundamente su semblante y por primera vez en lo poco que la llevaba conociendo, fue irrespetuosa conmigo. Sorprendiéndome a mí, a Elena y a casi todos los presentes en las primeras cuatro filas.

— Qué irónico que digas eso, Maia. —escupió con enojo.— Si la única culpable de que me sienta mal sos vos.

Me quedé perpleja, sin saber que decir y completamente confundida por su accionar. ¿Yo qué le había hecho de malo? Si siempre la tuve presente incluso cuando su novio pasaba de ella y del amor que le tenía.

— ¿Perdón? —abrí mi boca para decir algo más, pero me interrumpió.

— No tenés cara. Venís y te haces la amiga buena onda cuando mi novio me dejó por tu culpa.

Qué.

— ¿De qué hablas? —abrí un poco mis ojos, sintiendo como mi cuerpo se tensaba y mis pulsaciones dejaban de ser normales.

¿Había terminado con ella a pesar de todo lo qué le había dicho? Sí. ¿Dejó ir la única oportunidad de recibir amor para seguir atrás de una mujer que le dijo que no lo amaba? Sí.

¿Y todo para qué? ¿Para no lastimarla? ¿O para demostrarme qué puede ser mejor?

— Leandro no me quiere, Maia. —murmuró cansada y con los ojos ligeramente brillosos.— Al principio traté de ignorar el hecho de que hayas vuelto. Pero después empecé a notar lo raro que estaba conmigo. Empezó a irse todo a la mierda cuando me daba cuenta de que nunca me miraba a mí, sino que, siempre tenía toda su atención en vos y en lo que estabas haciendo. Sabía todo lo que pasaron pero jamás se me ocurrió que Leandro podría seguir sintiendo algo por vos cuándo me juró quererme. Me juró sentir rechazo hacía vos. Y no quiero culparte porque sé que él debería recibir todo mi odio, pero no puedo con el simple hecho de saber que vos viniste para volver a tenerlo.

Estaba avergonzada y humillada. Sobretodo por haber creído que de alguna manera mis palabras influyeron en algo. De forma ingenua creí que podrían lograr que Leandro siga su vida sin tenerme en su cabeza, pero no fue así. Al contrario, ocasioné un desastre. Logré un caos para el cuál yo no estaba lista en lo absoluto.

— Quédate tranquila igual, —volvió a hablar, tragando duro y de forma rápida, llevó su vista hacía el frente; dónde Leandro estaba.— es todo tuyo ahora.

Y sin más, comenzó a alejarse. Dejándome ahí parada, bajo la atenta mirada de la mayoría de presentes en las plateas bajas, los cuales concentrados siguieron al pie de la letra la pequeña discusión que habíamos tenido. Aunque muy pocos entendían el idioma que habíamos utilizado, no pararon ni un segundo de prestar atención.

Había terminado su relación.

Y la única pregunta que rodaba mi mente era..

¿Por qué?

unkept secrets,  leandro paredes. Where stories live. Discover now