xviii. "elena"

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Sonreí al notar que Elena se había quedado dormida casi al final de la película. Era la segunda caricatura que estábamos viendo. Pasó de ver Rapunzel a terminar obsesionada con Cars 3, cosa que me sorprendió porque hasta el día de hoy; no tenía idea de su fanatismo por los autos.

Maia me comentó que casi siempre que podían veían las carreras de F1 y que de vez en cuando, tenía contacto con algunos corredores. Al principio pensé que me estaba tomando el pelo. Pero cuando leí los chats que tenía con Carlos Sainz y Fernando Alonso, casi me voy de boca al piso.

No estaba consciente del poder que tenía Maia en su trabajo, ni mucho menos tenía una idea de lo reconocida que era en redes sociales. Pasamos tanto tiempo hablando de eso, que me comentó para qué empresa trabajaba y de qué trataba su puesto laboral. Me hizo sentir orgulloso, porque desde que la conozco nunca había cambiado de parecer. Hizo todo lo que podía para llegar a dónde hoy en día está, y eso demuestra la mujer que es.

Empezó siendo asistente en una sede argentina de moda, la cual se enfocaba en organizar pequeños eventos para exponer nuevas prendas de ropa. Terminó trabajando en Europa y siendo encargada de dos líneas muy conocidas. La principal era Victoria Secrets, pero últimamente centro todo su tiempo para dedicarse únicamente a Prada. Por eso mismo Elena tuvo que quedarse conmigo, porque ahora su trabajo la llevó a no poder quedarse en un lugar fijo. Las veces que Ele viajó con ella se debía a que sus trabajos implicaban 3 o 4 meses fuera del país en la misma ciudad, cosa que esta última vez no tuvo permitido.

No quise preguntar si quería estar acá. Porque en el momento que me dijo que ahora tenía que hacer presencia por Qatar, me imaginé que sólo coincidió por trabajo. Era algo obvio, ya que en estos momentos, gracias al fútbol, la ciudad Árabe estaba en boca de todo el mundo.

¿Sentí un poco de decepción al no recibir la respuesta que yo quería escuchar? Sí. Pero no podía pretender que me confiese que estaba acá solamente por mí. Porque su carrera y nuestra hija era lo único que le importaba en ese momento.

Y tampoco podía juzgarla, ya que yo también tenía las mismas razones y importancias. Primero Elena, después todo lo demás. Mi hija se convirtió en mi mundo entero y no podría soportar no estar plenamente centrado en la felicidad de mi princesa.

— ¿Por qué le pusiste Elena? —cuestioné una vez que terminó de hablar, llevando mis ojos hacía el pequeño cuerpecito que descansaba entre ambos.

— No sé sí sabías pero...—copió mi acción y miró a la menor, acariciando levemente su pelo.— Elena significa resplandeciente, brillante como una antorcha.

Al escuchar sus palabras, sentí cómo mi corazón se amoldaba y solamente palpitaba por tener entre mis brazos a la única razón de mi existir.

— Cuando Ele nació, me sentía muy sola. —prosiguió contando, ajena a mis emociones.— Tuve depresión por mucho tiempo durante mi embarazo. Las dos la pasamos muy mal. —tomó aire, conectando su mirada con la mía por muy poco tiempo.— Y cuándo nació, sentí que mi vida se iluminaba de nuevo. Me dió una razón para vivir que jamás sentí. Me salvó de miles de maneras posibles y me da risa que no entienda lo que significa para mí.

Acercó su mentón hacía la frente de Ele, dejando un corto beso sobre su piel. Al alejarse, se removió un poco bajo mis brazos pero segundos después, volvió a su posición, apoyando ligeramente su cabeza sobre mi hombro.

— Yo nunca pensé que alguien tan chiquitito podía generar tantas cosas en mí. —murmuré, concentrado en las facciones que mi hija gesticulaba a la hora de soñar.

Me quedé en esa posición por unos largos minutos, admirando la manera en que su nariz pequeñita se levantaba ligeramente desde la punta, cómo sus labios se hinchaban cada vez que exhalaba y en lo larga y preciosas que eran sus pestañas. No tenía nada malo en ella, era una perfección. Literalmente, mi mejor y única creación que valía la pena.

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