Con el alma en los ojos.

Como un niño mira a otro.

—Bien.

Después entendió que no era necesario temer porque Jungkook jamás pudo negarle algo.

Dos años transcurrieron, velozmente, sin aviso. En medio de ensayos interminables, clases de canto tardías, dietas sin sentido y entusiasmo prominente, Taehyung vio a la metrópolis cubrirse de hojas secas en otoño, nieve sobria en invierno e insectos por doquier en verano desde el interior de un edificio o su habitación compartida. Le hubiera gustado disfrutar más de lo que el exterior ofrecía, rasgar un poco la suela de sus zapatillas en la pista o torcerse el pie, pero no podía quejarse. No cuando, tras esfuerzo y sacrificio, su debut como agrupación ya tenía fecha.

Muchos de sus productores lo llamaron cuestión de suerte el que un lugar se desocupara en un programa y les ofreciera una oportunidad de oro. Otros, menos atrevidos, dijeron que era lo que había. Taehyung, bajo sus sábanas, a veces conversando con Jimin en los descansos y sin que nadie los escuchara, prefirió llamarlo destino.

—¿Aún no duermes, V-hyung? Son las dos de la mañana.

Quizá no debería estar despierto, menos estar contemplando el vacío de la pared o los barrotes de su camarote, mas fue inevitable. El nivel de adrenalina en su cuerpo no había bajado desde la gran noticia, y Jungkook, justo en la cama de abajo, pareció sufrir de lo mismo.

—Tú tampoco estás dormido. ¿Qué me dices de eso?

—Hey, no es justo. Yo pregunté primero.

Tratando de hacer el menor ruido posible, vigilando que Seokjin descansara todavía y Namjoon no regresara del estudio, Taehyung bajó del camarote con un salto. El que no llevara medias redujo el ruido, pero también permitió que el frío del piso llegara más rápido. Así que, sujetando su manta bajo el brazo, se metió en la cama de Jungkook.

De algún modo, tal vez drogado por el olor de su perfume, la esencia del suavizante en su ropa, tal vez la fruta en su shampoo, o una simple manía por oler buenos aromas, Taehyung siempre encontró una extraña picazón en los labios que surgía cada vez que él y Jungkook, en las noches, dormían al costado del otro. Nunca quiso encontrar una razón que explicara aquella rara conducta, a pesar de ser una persona curiosa, pero sí que amaba calmarla.

—Hyung, ¡deja de besarme las orejas! Es embarazoso.

—Aigo~, eres tan lindo —respondió Taehyung al dejar otro beso casto sobre la nariz de Jungkook—. Si fueras de chocolate, ya te habría devorado.

—Eso es canibalismo.

—No si nadie se entera.

—¡Detente!

Demostrando que en serio estaba avergonzado, Taehyung vio las mejillas de Jungkook coloradas a través de la oscuridad, acompañadas de un puchero adorable decorando sus labios gruesos.

El Jungkook de dieciséis, a diferencia del de catorce, cambió tenuemente. Todavía era tímido, huyéndole a la lente de las cámaras o doblando el cuerpo en una reverencia cada vez que un sunbae pasaba por su lado. Era encantador verlo esconderse detrás de Yoongi si alguna mujer intentaba acercársele, o ver cómo sus ojos se llenaban de estrellas cada que espiaba con admiración a Namjoon, pero era más encantador el ser testigo de sus travesuras, de sus arranques juveniles mientras molestaba a Jimin por su estatura o golpeaba a Seokjin con los pies.

Sin embargo, el que Jungkook, antes reacio a sus toques, siempre actuando con cautela alrededor de él, empezara lentamente a mostrarle afecto, de ese al que siempre le huyó pero ahora buscaba, fue un punto de quiebre. El punto de inflexión.

ANYONE NOSTALGIA 𝗜 kooktaeWhere stories live. Discover now