10. Arte

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Eran las tres de la mañana y el señor Dominik Koller caminaba por las calles de París. Debería encontrar pronto al responsable y hacerle pagar por lo que le hizo. Lo único que le hizo ese matón de pueblo es robarle 5 céntimos cuando quería comprarse unas chuches y él al ser pringadillo calló en la trampa de ese pequeño renacuajo. Se preguntaba si su esposo no lo echaría de menos y empezó a divagar en su mente amplia pero vacía.

¡¡PUM!! Dominik se despertó en ese instante y empezó a darse cuanta del mundo real. Había chocado con una farola que estaba colocada justamente en el medio de la acera. En ese momento se ajustó su corbata y siguió caminando con lo que él llamaba "estilo", pero en realidad parecía un pato mareado. En ese instante vió un museo de arte contemporáneo y entró sin titubear. Antes de que el señor Koller fuese administrativo,- este era un trabajo que odiaba con su jefe gritando y esa maliciosa nueva secretaria: Live Solheim, una estúpida que lo único que hacia bien es enrollarse con su jefe: Lilian Leroy. Un nombre francés, sin duda pero su jefe tenía bastantes rasgos asiáticos, algo que desconcertaba a Koller. - en su adolescencia le hubiese encantado ser artista. Aunque no lo pareciese dentro de este hombre barrigon y casi sin motivaciones en la vida a parte de pasar tiempo con su esposo, se hallaba una llama artística.

Entró de una al lugar y lo observó de arriba abajo con la boca abierta. Fue con un guía y un grupo de ancianos visitando todos los cuadros. No sentía nada, como si todo fuese un sueño. Vió un cuadro que le hizo de quedarse un rato analizando sus trazados y se separó del grupo.

Él se sentía así

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Él se sentía así. Ahogado en sus penurias. Alguien llamó la atención de Dominik. Una chica de pelo de oro, largo y rizado. Con unos ojos de almendra hermosos que iluminaban su vida. Llevaba un pantalón largo que cubría casi sus deportivas por completo y un crop top rosa con una rebeca roja, también un abrigo negro hasta las rodillas, de cuero, sin duda. Le pareció tremendamente atractiva y justo cuando le iba a hablar. Se giró y vio que era la tipa del trabajo. Siempre la había encontrado hermosa pero aquel día era como si la muerte se asomara por el balcón dispuesta a llevárselo.
Ella le saludó con la cabeza y se acercó a él en pasos acelerados.

-Bonito el cuago, ¿no cge?- dijo con su acento francés intentando hablar en alemán.

-No hace falta que hable en alemán ¿sabe? - dijo sin apartar la vista del lienzo. Esta vez en francés.

-Estudié alemán durante cuatro años en la Universidad pero nunca viajé, con lo cual mi pronunciación es penosa, señor Koller. - dijo esta vez en francés.

-Al contrario, esta muy bien. Hay cosas que se podrían mejorar, por supuesto. Pero dejemos el alemán a un lado, señora Solheim. -dijo esta vez mirando a esos ojos que le dejaban encandilado.

-Soy señorita, señor Koller. -dijo con una sonrisa y tomándole de la mano a Dominik, que casi se derrite.- Prefiero que me llame Live, señor.

-Está bien, ¿le parece bien que vayamos a tomar un croissant como buenos franceses?-ella asintió con la cabeza y ambos fueron a un café cercano. Hablaron y Dominik sintió que era muy divertida y espontánea. La amaba en todos los sentidos. Pensó por un segundo en su esposo, como le amaba y como deseaban tener un hijo. Deseaba. Su marido le fue infiel repetidas veces con su hermanastro. Ellos se estaban divorciando.

El legado maldito pt. 2Where stories live. Discover now