Capítulo XX "Disforia"

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Era una relación extraña.

Gritó frustrada una última vez, volviendo a golpear el espejo, su mente era demasiado esa mañana, no ayudaba que justa ese día como no pasaba hace ya mucho su periodo se le ocurriera aparecer, las yerbas medicinales no podían quitar esa maldición por siempre.

Aquello la tenía nerviosa, no era buena idea mostrarse a los demás con el riesgo constante de ser descubierta, pero no eran muchas las alternativas.

No cuando el reino entero se llenaba de nobles y viajeros adinerados que venían a saludar a su majestad o a quedarse para las fiestas.

Se termino de vestir con prontitud, acomodando su desordenado cabello y amarrando a su cintura su espada y daga, saliendo poco después de sus aposentos, no fue sorpresa encontrarse a las criadas corriendo, a los mozos limpiando, a cientos de guardias ayudando y diciéndose diferente zonas del palacio.

Era el comienzo de una semana llena de preparaciones.

Paso con prontitud entre la gente, pareciendo apenas una sombra que se colaba por el castillo o al menos así se sentía los primeros tramos en camino a los aposentos reales.

Al llegar apenas saludo a los guardias que custodiaban el lecho, con rapidez respondió el gesto del médico más joven e ignoró la mueca de fastidio de los otros dos mayores. Con el tiempo a Baldwin se le hizo costumbre y mucho más agradable que el primero en despertarle fuera su querido amigo y no los médicos, él se encargaba de ayudarle a vestirse y lavarse, bueno él y un par de mozos que le cuidaban desde su niñez, pero esa mañana tendrían compañía inesperada.

— Elijah...— Exclamó la princesa con gran entusiasmo — Que sorpresa verte tan temprano en la mañana.

— Princesa Sibila... — se inclinó en forma de respeto — No me esperaba que ambos se encontraran tan pronto en la mañana, hubiera madrugado para que nuestro rey le recibiera. Lamento la falta de preparación su majestad.

— Son mis hermanas las que me acompañan, no es necesario tal disculpa — Le calmo, acomodándose nuevamente en las cama donde se encontraba recostado.

— ¿Hermanas? — Pregunto con gran confusión, ella solo podía verlo a ellos dos.

— Isabel...— Le aclaró Sibila — Nuestra hermana pequeña, es algo tímida.

— Isabel ¿Puedes venir un momento? — Pidió el joven rey con gran dulzura — Quiero presentarte a un amigo.

Una pequeña jovencita, quizás se ocho u nueve años, apareció de detrás de las cortinas, de apariencia delicada, cabello largos y rubios, mejillas sonrojadas, acompañadas de dos gigantes zafiros por ojos, si, definitivamente era pariente de ellos dos, ¿Por que nunca la había visto?

Más importante aún, ¿por que le parecía una escena tan hermosa y tierna? Debió usar cada fibra de su cuerpo para no caer rendida en la locura ante aquel cuadro tan delicado y de vista tan espectacular.

¿Si ella tuviera un hijo de Balduino sería igual de bellos?

Se mordió el labio solo de pensarlo.

— ¿Sin palabras? — Bromeó la hermana mayor — Lamentó decepcionarte caballero pero la pequeña princesa ya está comprometida ¿No es así querida?

— Sibila — Le regaño su hermano incómodo ante la insinuación de un matrimonio siendo ella aún una infante — Es muy pronto para pensar en matrimonio, ¿Por que mejor no lo saludas? ¿si?

— ¿El es el hombre de los labios lindos? — pregunto mientras miraba expectante a su hermana mayor.

— ¿Labios...lindos? — Repitió con vergüenza y algo de risa la muchacha caballeros.

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