Capítulo 10

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La sorpresa que supuso esa proposición para Fluke fue inmensa. Por un momento, se quedó confundido y no pudo evitar que su asombro resultara evidente.

— Escúchame antes de decidir nada — añadió Ohm deprisa creyendo que ese gesto significaba un no. — He estado toda la semana intentando encontrar una solución para esta situación a la que hemos llegado tú y yo y no veo ninguna. Al menos ninguna que nos permita conservar el poco orgullo que nos queda a ninguno de los dos. Todavía te deseo, me he dado cuenta que no puedo dejar que te vayas por segunda vez. Por eso estoy dispuesto a olvidarlo todo y comenzar de nuevo, y me gustaría que tú hicieras lo mismo.

Fluke no podía respirar, no podía tragar, no podía ni siquiera pensar de lo sorprendido y atónito que estaba. Nunca, desde que lo conocía, había visto a Ohm pedir algo en ese tono, ni rogar nada a nadie. Y sin embargo en ese momento lo estaba haciendo. Le estaba rogando que le diera otra oportunidad. Las lágrimas lo invadían. Lágrimas por él porque esa petición dañaba gravemente su orgullo siciliano. Al fin y al cabo, él no había hecho nada malo, excepto creer en un rumor que sus ojos en parte vieron confirmado. Y a pesar de todo, lo seguía amando, a pesar de todo quería intentarlo de nuevo.

— ¿Y Lía? — susurró. — ¿Qué pasa con Lía? Ella es parte de mí, Ohm. Si me quieres a mí, la tienes que querer a ella.

Ohm levantó la vista hacia la niña, que seguía jugando. Fluke sabía lo que él veía en cuando la miraba.

— Yo no soy un mal hombre, Fluke. No tengo ningún interés en hacer daño a ninguna niña.

Eso quizá fuera cierto, nunca le haría daño a sabiendas, pensó Fluke, pero, ¿se lo haría inconscientemente?

— ¡Pero Ohm, si ni siquiera eres capaz de decir su nombre!

— Es el nombre de mi madre. Me cuesta... — se interrumpió haciendo un gesto de dolor que le hizo a él llorar. — ¿Por qué hiciste eso, Fluke? ¿Por qué le pusiste el nombre de mi madre cuando...?

La razón era bien sencilla, pensó Fluke. Porque era su hija. Habría deseado gritarlo, pero no podía.

Alfredo le había arrebatado ese derecho.

Sin embargo, su silencio lo condenaba aún más a los ojos de él.

Ohm se levantó tenso. — La adoptaré. Entonces será legalmente mía.

Eso nunca sería suficiente, pensó Fluke cerrando los ojos de pura desesperación. Lía se merecía algo mejor. Nunca podría probar su propia inocencia, pero sí la de su hija. — Estoy dispuesto a que le hagas un test de sangre si crees que eso te va a ayudar a aceptarla como hija tuya, que es. Al menos nos queda esa opción.

— ¿Esa es tu respuesta a mi proposición?

¿Lo era? Se preguntó Fluke. ¿Serían capaces de reemprender un matrimonio en el que él constantemente estaría sospechando de su fidelidad o reprochándole lo sucedido cada vez que discutieran? ¿Podría él soportarlo?

— El pasado es el pasado, Ohm. Si volvemos a intentarlo, tienes que prometerme que lo enterrarás para poder darnos otra oportunidad.

— Eso ya lo he asumido antes de venir aquí — asintió Ohm.

Otra aceptación más, recapacitó Fluke. Respiró profundamente y preguntó: —¿Y Anastasia?

— En el olvido.

¿Significaba eso que ya la había olvidado o sólo que estaba dispuesto a olvidarla si volvían a empezar? Quiso hacerle esa pregunta, pero luego pensó que no sería justo. Tenía que confiar en su palabra. Si no lo hacía, no podía exigirle a él que confiara en la suya.

Anillo de traición Where stories live. Discover now