Capítulo 4

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Aquella fue una larga noche. Durmió un sueño ligero y bajó a desayunar a la mañana siguiente con ojeras y mal aspecto.

En el comedor se encontró con Ohm, solo frente a la mesa leyendo el periódico. En cuanto lo vio llegar lo cerró y lo observó con atención.

Fluke hizo una mueca. Era consciente de su mal aspecto. No se había arreglado y el color habitual en sus mejillas había desaparecido. Se había cepillado el pelo y se lo había recogido en un peinado sencillo hacia atrás. Llevaba un sencillo pantalón de muselina y un jersey azul claro que en otras circunstancias le hubiera sentado bien, pero que en aquella ocasión solo resaltaba su palidez. Pero no le importaba.

Nada le importaba en ese momento excepto su hija.

Ohm tampoco tenía muy buen aspecto. Su rostro, por lo general terso, dejaba claro que no había dormido lo suficiente la última noche. Pero al menos no llevaba su típico traje de negocios de seda sino ropa de sport: pantalones beige y un polo de manga larga en verde claro que suavizaba los rasgos de su semblante y remarcaba sus músculos.

— ¿Qué le ha ocurrido a la niñera? — preguntó Fluke sentándose en una silla. — Me he acercado a su habitación esta mañana para ver cómo seguía y no estaba. La habitación estaba vacía.

— La llevaron a casa de sus padres ayer por la noche. Estaba demasiado nerviosa como para ser de utilidad aquí así que... — contestó Ohm encogiéndose de hombros.

No era ya de utilidad, se repitió Fluke a sí mismo, así que se la llevaron, así de sencillo.
— Yo nunca quise tener una niñera.

— Pero estabas enfermo — dijo Ohm levantándose para dirigirse al teléfono que comunicaba internamente toda la casa. — Té para mi esposo — ordenó. — Y lo que tenga por costumbre desayunar. Necesitabas ayuda con la niña — continuó volviendo a sentarse.

— ¿He conseguido hacer algo durante estos tres años de lo que tú no hayas tenido noticia? — bromeó Fluke sin esperar respuesta alguna. Sabía cómo pensaba Ohm. Su lema era «lo que es mío, es mío» Y de eso era exactamente de lo que se había ocupado en esos tres últimos años: Había procurado a su esposo y a su hija la vida lujosa que se esperaba que fuera capaz de ofrecer un hombre de su categoría. Por esa razón cuando Fluke se puso enfermo unos meses atrás apareció Julie, la niñera, sin que nadie en la casa la hubiera llamado. Y desde entonces, se había quedado allí, no porque él quisiera sino simplemente porque Ohm así lo había dispuesto. Y luego la niñera desaparecía, ya que no era de utilidad.

Además se había puesto histérica en el parque en lugar de comportarse como se esperaba de ella cuando secuestraron a la niña delante de sus narices. Había vuelto corriendo a casa a informar a Lucas, el chofer, quien a su vez había informado de inmediato a Ohm, su jefe. Probablemente incluso antes de que le informaran a él. Porque Lucas, el chofer, no era simplemente un chofer. Era su guardián. Le pagaban para que vigilara y escoltara una de las posesiones de Ohm Thitiwat, a su esposo. No a su hija, porque él no creía que fuera hija suya y por tanto no merecía vigilancia alguna. Esa, precisamente, había sido la causa por la cual la habían raptado.

De pronto la puerta del comedor se abrió y entró la señora Hobbit con una bandeja de té y tostadas. Sonrió nerviosa hacia Ohm y con cariño hacia Fluke. — Cómase estas tostadas, señor — dijo suave y cariñosamente mientras dejaba las cosas sobre la mesa delante de Fluke. — Si no, tendré que perseguirlo por toda la casa con ellas.

— Está bien — murmuró Fluke mientras sus ojos se llenaban de lágrimas ante la muestra de afecto.

— ¡OH! — exclamó el ama de llaves al ver sus ojos. — ¡Venga, ánimo, vamos! Lo que usted necesita es llorar de una vez por todas, ¿verdad? Pero no se preocupe, la princesita estará aquí de vuelta antes de que se dé cuenta. Sana y salva. Espere y lo verá.

Anillo de traición Where stories live. Discover now