Capítulo 5

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La tarde se hizo interminable. Fluke no se molestó en acudir a la mesa a la hora de la comida. Luego continuaron pasando las horas, en las que vagaba de una habitación a otra huyendo si alguien entraba, deseando estar solo. Necesitaba estar solo porque no había nadie con quien pudiera compartir su tormento.

La cena aquella noche fue de nuevo silenciosa. Ninguno de los allí presentes estaba preparado para fingir que no ocurría nada, que todo era normal.

Fluke se unió a Ohm y a Tony en la mesa porque él mandó un mensaje con un sirviente ordenándole que asistiera y no tenía ganas de discutir. De modo que se sentó yapenas probó ligeramente la exquisita sopa de pollo de la señora Hobbit y luego jugó con la tortilla que le habían preparado especialmente a él para tentar su apetito mientras Ohm y Tony comían unos gruesos y tiernos bistecs. Rechazó el postre y el café, y luego se excusó y dejó a los otros dos hombres cenando sin apenas cruzar palabra más que lo que requería la buena educación. Se le veía pálido y apenas consciente.

— No podrá soportarlo durante mucho más tiempo — observó Tony una vez que Fluke hubo salido cerrando la puerta.

— ¿Es que crees que estoy ciego? — contestó Ohm.

Un par de horas más tarde, Ohm Thitiwat abrió la puerta del dormitorio de Fluke y vio que estaba vacío. Frunció el ceño y miró a su alrededor. Volvió a bajar las escaleras a grandes pasos y comprobó si estaba en cada una de las habitaciones a su paso antes de volver al despacho, donde Tony veía la televisión. — Lo están contando en las noticias — le informó. — Lo relacionan con la Mafia y Dios sabe con qué más. Creía que habías intentado por todos los medios evitar los rumores.

— Lo hice — confirmó entrando en la habitación, — ¿Ha venido Fluke a buscarme mientras estaba en la ducha?

— No. ¿Es que no está en su habitación?

Ohm acababa de ducharse y ponerse ropa limpia. No quiso contestar a esa pregunta. En lugar de ello hizo una mueca y ordenó:
— Entérate de quién está al mando de ese canal de noticias y consigue que no vuelvan a hablar del asunto nunca más.

— Eso es como cerrar la puerta cuando el animal ya se ha escapado, Ohm.

— Todo este asunto es un buen ejemplo de ese dicho. No es posible que Fluke haya salido de casa, ¿no crees?

— ¿Te referías a Fluke? No, es imposible. La alarma habría sonado y lo habrían perseguido al menos diez hombres y tres perros. De todas maneras, ¿A dónde podría haber ido?

— No lo sé — frunció el ceño Ohm. — Pero no está en su habitación ni en ninguna de las habitaciones de arriba.

Tony se puso en pie con el teléfono móvil en el oído y contestó — Lo comprobaré con los hombres en la planta de abajo. Tú vuelve a mirar arriba.

Ohm subió las escaleras de nuevo de dos en dos y fue abriendo todas las puertas una por una.

Por fin. Casi de milagro, lo halló en la última habitación. No lo habría visto si no llega a ser porque la luz del pasillo se reflejaba sobre su pelo. Se quedó inmóvil. Le sorprendió el hecho de que él estuviera sentado en el suelo hecho un ovillo contra los barrotes de la cuna de la niña. Se le cortó la respiración al darse cuenta de que era la habitación de Lía y de que lo que tenía entre sus brazos era un osito rosa de peluche. Fluke tenía los ojos abiertos, tenía que saber que él estaba allí. Tuvo que tragar al sentir cómo una ola de emoción le inundaba en su interior. Su aspecto era el de una persona por completo privada de su objeto más querido. Ohm sintió rabia al ver que le preocupaba algo que no debía de inquietarle.

— No enciendas la luz — dijo Fluke al fin al ver que él acercaba la mano al interruptor.
— ¿Han vuelto a llamar?

— No — contestó Ohm apoyándose en el marco de la puerta. — ¿Qué estás haciendo aquí, Fluke? — suspiró con fuerza. — Esto sólo puede causarte más dolor.

Anillo de traición Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt