02: encuentro

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—¿Entonces es para eso?—Preguntó con una mueca.

—Si, Peters, aprovecha la situación.—Dijo La Directora principal, Amanda.

—¿Situación para cuidar a la nieta del vicegobernador? Los jóvenes de hoy en día se cuidan mejor que nadie.

—Peters, es una órden. Quieras o no, vas a tomarla.

—¿Orden del vicegobernador? Por favor, Directora, me merezco algo mejor. —Asumió.

—Estas invitado a volver a tus tierras.

"Tus tierras". Eso le dio risa, aunque en algún lugar profundo de su corazón, le dolió esa manera de referirse a casi toda su infancia.

—Vale, lo haré.—Afirmó de mala gana.

—Te enviaré horario y dirección. Pasarás el mayor del tiempo allí. Tu tiempo será tomado por otra persona, asi que por eso no te preocupes. Quiero que intentes venir lo menos posible a la oficina, es peligroso. Pueden seguirte.

—¿Seguirme?

—Eso ya no me incumbe decírtelo, el vicegobernador lo hará. Cuídate, Peters.

—¿Cómo que no me incumbe?

Amanda lo ignoró, solo lo miró con el ceño fruncido, cruzada de brazos.

—En fin, que misterio.—Dijo para terminar su presencia en el lugar, caminar hasta su pequeña despacho, agarrar todas su cosas y salir del lugar.

No estaba del todo contento. De hecho, no lo estaba.

Al recibir esa llamada, se imaginó ya mismo en un tiroteo de supervivencia extrema, no fue el caso.

La llamada fue, más bien, para informar que el anterior agente de la nieta del vicegobernador había renunciado de un día para otro y por cuestiones de protocolo y apuros, el fue el escogido.

Esperó un coche en el garaje y a los treinta minutos llegó a una casa lujosa, llena de azulejos blancos y lajas color marrón por fuera. Una fuente ubicada en el centro de la entrada decoraba todo el espacio. Pasaron por un portón negro abierto y el auto quedó estacionado sobre el suelo de piedras decorativas y chiquillas.

No había nadie alli fuera, solo él y el chófer, quien a los minutos volvió a subir al auto y a ocupar su puesto nuevamente. Quedo solo, allí, como si fuera un desierto. De pronto se sintió incómodo. Quería intentar dar una buena impresión; traje negro, camisa blanca, cabello arreglado, colonia, postura derecha, voz firme, amabilidad y demás cosas que no sentía desde su último trabajo, hace tres años.

Al los minutos, abrió la puerta una señora con remera blanca y delantal celeste. Con una sonrisa en los labios, le permitió la entrada. Peters se sentía bastante incómodo. No dejaba de acomodar su traje una y otra vez.

Una vez adentro, inspeccionó el lugar con una rápida mirada. Ventanas, sillas, mesas mas grandes que su oficina y decorativos por todas partes. El suelo brillaba más que la luna y había un olor aromático a rosas.

Sintió pasos detrás suyo, rápidamente se dio la vuelta. Un hombre que aparentaba unos 50 se acercó hasta el. Traía un traje azul con una corbata blanca, en su mano derecha, una maleta de negocios. Su otra mano era de porcelana. El famoso vicegobernador. Persona que ha visto por televisión y en algún mas que otro anuncio, ahora en carne y hueso.

—¿Peters? —Saludó primero El señor.

—Evan Peters para usted, señor. —Agachó levemente la cabeza, mostrando respeto.

—Un gusto, te estábamos esperando. Soy Victor Anthem.—Se acercó para estrechar la mano con Evan.

Estos eran momentos en lo que él no sabía que decir ni como continuar con la conversación. ¿Qué se supone que le diría al hombre? ¿Lindo nombre? Pero el mio es más lindo. Por supuesto que no. Sintió alivio cuando Víctor continuó hablando.

—He pedido tu servicio por una cosa en especifica. —Habló dando un paso atrás.

Peters ya se lo veía venir.

1...

2...

3...

Mi padre.

—Su padre.

—Gracias, prometo serle leal igual que el solía serlo. —Dijo sintiendo un cosquilleo de mentirilla dentro suyo.

—Eso espero. Mi nieta, es la persona más importante de mi vida, y si algo le pasa...

—Nada le pasará, no conmigo a su lado. —Interrumpió Evan.

—Es justamente lo que necesitaba escuchar. Hoy en día los jóvenes no ven la realidad del mundo y lo malvada que pueden ser las personas.

—Si, señor. Coincido. —No coincidía totalmente, todo sea para aparentar decisión y compromiso.

—Mi nieta anda metida en cosas raras.—Confesó.—Perdona que te lo diga así, como una avalancha, no se como afrontar el tema.

Evan de repente comenzó a confundirse con lo que el tipo decía.

—¿Disculpe?

—Sus amistades.—Largó. El hombre bajó el tono de voz, Evan se acercó a el sabiendo que era un tema serio.

—Señor, espero sus palabras con más claridad.—dijo confundido.

—Quiero que vigiles a sus amistades, con quien esta, con quien no, con quien habla, con quien se escribe y todo lo que sea posible. —Explicó.

—Disculpe la indiscreción pero mi trabajo no es ¿cuidarla?, señor.—Frunció el ceño.

—¿No te lo comentaron?

—Al parecer no, señor.

—Arreglamos un sueldo más alto si cuidas a mi nieta y a la vez, la espías. Después de todo, es el trabajo de un agente.

—Si, pero de un agente del FBI, no familiar o político.—Intervino.

—Querido, abre los ojos, el FBI, también es político, familia, dinero, lo que sea...

Evan se sintió incómodo. De pronto no quiso hablar más con el hombre, pero el continuó.

—Bien, te lo diré. —Agregó el vicegobernador.

—¿Hay más, señor?—Frunció el ceño.

—Creemos que es una infiltrada.

—¿Qué? —Sabía perfectamente el concepto de la palabra, pero no esperaba escucharlo en este momento.

—Lo que oíste. Es amiga de uno de los chicos que organizó una huelga contra el gobierno, invadiendo, pintando y violentandose contra las autoridades. Pensamos que estan organizando otra, pero esta vez, con daños más profundos, es decir, una bomba dentro de casa de gobierno. Por eso, además de cuidarla, quiero que descubras algo relacionado a esto.

—¿Abuelo? ¿Estás ahí abajo?

Escucharon la voz femenina desde las escaleras.

—Lo dejó a tu mando. No me defraudes, te enviaré el resto por mensaje—Terminó de decir en un tono más bajo, para luego salir por la puerta principal.

Y todavía había mas.

La jóven en las escaleras terminó de bajar y se encontró con su nuevo amigo.

Pf, amigo, si.

SACRIFICE evan petersWhere stories live. Discover now