03

22 8 0
                                    

TAEHYUNG

Supe que algo estaba horriblemente mal cuando vi a padre durante la cena. Tenía la energía nerviosa de un animal atrapado. Los ojos de Jimin volaron hacia mí, sus cejas oscuras disparándose en alto en una pregunta silenciosa. Siempre intentaba actuar como si fuera adulto, y aun así parecía pensar que siempre sabía más que él. Pero siempre había más preguntas que respuestas en nuestra casa.

Me encogí de hombros levemente y dirigí mis ojos hacia madre, pero su atención se centraba en padre, con la misma expresión curiosa en su rostro que Jimin me estaba dando. Ninguna parecía tener respuestas; padre veía atentamente hacia su iPhone, pero la pantalla permanecía negra. Cualquier cosa que esperara y ansiara, no estaba sucediendo. Sus dedos tocaban un ritmo errático en la caoba de la mesa de nuestro comedor, un bajo clic tras otro por sus uñas en la madera. Padre generalmente usaba las uñas meticulosamente cortas, pero cualquiera fuera la razón que lo tenía como un naufragio nervioso ante nosotros le había hecho olvidar su higiene personal.

—Brando, apenas has tocado tu cena. ¿No te gusta la carne asada? —preguntó madre. Había pasado dos horas en la cocina preparando nuestro festín del domingo. En todos los otros días de la semana nuestro cocinero era responsable de la cocina.

Padre saltó en su silla. Sus amplios ojos inyectados en sangre encontraron los de madre, luego nos vio a Jimin y a mí. La inquietud se instaló en la boca de mi estómago. Nunca lo había visto así. Padre era tranquilo y analítico. Poco podía conseguir alterarlo. Pero desde la fiesta donde Falcone, parecía algo estresado.

—No tengo hambre —dijo padre antes de que su mirada volviera a su teléfono celular.

Eché un vistazo a la petaca que se tensaba sobre su cinturón. A padre le encantaba comer, y nunca dejaba que la carne asada de madre se desperdiciara.

La pantalla de su teléfono destelló con un mensaje y el rostro de padre se quedó sin color. Dejé el tenedor, ya sin apetito. Pero no tuve la oportunidad de mirar otra vez a madre porque padre se puso en pie. Su silla se derrumbó y estrelló contra el suelo de madera dura. Madre también se levantó, pero Jimin y yo nos quedamos petrificados en nuestros asientos. ¿Qué está pasando?

—Brando, ¿qué...?

Padre corrió antes de que madre pudiera terminar su frase. Madre lo siguió y después de un momento me puse de pie. Jimin todavía estaba pegado a su silla. Él parpadeó hacia mí. Mis ojos se dirigieron a la puerta, dividido entre correr tras nuestros padres para averiguar qué estaba pasando y seguir las reglas. No se suponía que nos levantáramos de la mesa del comedor sin permiso. No me gustaba esa regla, pero siempre la seguía. Después de todo, las cenas eran la única vez que nuestra familia tenía la oportunidad de realmente pasar tiempo de calidad juntos.

La puerta del comedor volvió a abrirse y padre volvió, con dos armas en las manos. Bajó una, solo para sacar su teléfono y presionarlo contra su oreja. Me quedé mirando el arma en nuestra mesa. Sabía lo que padre hacía para ganarse la vida, lo que él era. Lo sabía desde que podía recordar, incluso si madre, Jimin y yo viviéramos una vida bastante normal. Incluso si intentabas ser ciego a la verdad, a veces te golpeaba en la cara sin invitación. Pero hasta ahora, padre había tratado de mantener la ilusión de la normalidad a nuestro alrededor. No había sido exactamente difícil para él porque hasta hace unos meses Jimin y yo habíamos asistido a un internado de donceles y solo habíamos estado en casa los fines de semana y durante las vacaciones. Y pronto me iría a la universidad y Jimin volvería a la escuela. Nunca lo había visto mostrar abiertamente una pistola. Nunca había visto una pistola tan cerca. Padre estaba involucrado en el crimen organizado, pero muchas personas que se ocupaban del juego al azar estaban en Las Vegas; ni siquiera estaba seguro de lo que hacía exactamente, salvo que manejaba la mayoría de los casinos de la Camorra.

VENGEANCE [KOOKV]Where stories live. Discover now