Capítulo 18.2: Camino a la celebración

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Fui caminando junto a Héctor y hablamos muchas trivialidades, pero realmente nada importante

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Fui caminando junto a Héctor y hablamos muchas trivialidades, pero realmente nada importante. No pude evitar sentirle tenso, como si para él estar a mi lado fuera algo difícil.

Todo fue tranquilo hasta llegar al bus, estaba bastante lleno así que había poco espacio. Monté primero y luego él, llevamos nuestras mochilas en las manos para evitar robos, estábamos acostumbrados a malos barrios.

—Demasiado calor y muchas personas —dije, levantando la cabeza para verle mientras el sudor descendía por mi cuello.

—Sí, pero es normal en este horario. —Parecía estar atento a algo, no mirándome.

—Héctor, ¿qué te pasa?, siento que estás lejos de mí. —Era irónico porque lo tenía justo a centímetros, ahora mismo lamentaba que fuera tan alto o tendría su rostro al frente.

—No pasa nada, Annie, es tu imaginación. —Me sonrió, ¿qué me ocultas? Tú no sueles mentirme. Bueno, no me dices todo, pero no me has mentido.

—Te conozco, sé que algo te preocupa, ¿es por mí y tu novia?

Su comisura se levantó ante mis palabras dejando salir un suspiro levemente y respondió—. No, Annie, es que viene una fecha mala y ando un poco irascible, prefiero no hablar mucho este tiempo. No tiene que ver contigo o Violeta.

—Es que últimamente los escucho discutir mucho...

Fue a responder, pero en eso la puerta se abrió y entraron más personas. Esta vez quedé demasiado cerca de él, llegando a ser apretado. Sería el mejor momento de mi vida, si no fuera porque un señor estaba justo detrás de mí de forma incómoda, sentía su panza en mi espalda baja, creo que puedo por ahora ignorarlo, me centraré en Héctor.

—Nada...—dije y traté de acercarme más a él para ver que estaba aún más molesto, su mirada se encontraba posada sobre ese hombre.

Me di cuenta de que la mano del extraño se habitó en mi muslo. Estando ahí unos pocos segundos, solamente porque Héctor la tomó y empezó a apretar con fuerza, parecía irritado, quizás era el hecho de que ya tenía una carga previa.

—Ay, ay, ay, ¡suélteme! —Dijo el hombre sin resultado, Héctor no se detuvo. Continuó el agarre cada vez con más fuerza.

—Discúlpate. —Con la mano de la mochila me acercó hacia él.

—¡Yo no he hecho nada! —Dijo el hombre.

—Te vi ponerle la mano en el muslo a mi...a mi pareja. —Eso no lo esperaba, sé que es más fácil de defender así, pero realmente me llenó de alegría.

—Oye, ya, ya, no volverá a pasar, fue sin querer, de verdad —dijo al sentir que él afiance no cedía.

Abracé a Héctor y traté de calmarlo—. Está bien, gracias.

Héctor me miró y siguió apretando la mano del hombre, juraría que este se iba a arrodillar tras el doblez que le hizo a su muñeca si no fuera por el espacio tan estrecho que se lo impedía.

Reflejo RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora