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LA RESIDENTE

Marinette

A la mañana siguiente, mi corazón se aceleró cuando me enfrenté a mi primer paciente del día. Tenía los guantes bien puestos, la enfermera había dispuesto perfectamente las herramientas en el carrito para facilitarme las cosas y había una vagina justo enfrente de mi cara.

—¿Doctora Dupain? —susurró la enfermera desde atrás—. ¿Doctora Dupain?

—¿Sí?

—¿Cuándo tiene pensado comenzar el examen?

—Mmm, ahora mismo… —Acerqué el taburete tanto como pude a la camilla—. ¿Podría poner los pies en los estribos, por favor?

—Ya están en los estribos, doctora —siseó la paciente—. Igual que estaban en los estribos hace diez minutos, y hace veinte. Como espere un poco más, se me dormirán las piernas. ¿No le parece que estoy en buena forma física?

—No…, quiero decir, sí. Quiero decir… —Suspiré. También podrían haberme pedido que realizara una operación de neurocirugía. Nunca había sido buena en esto. Y por una muy buena razón.

—¿Doctora Dupain? —volvió a susurrar la enfermera—. ¿Necesita que se encargue de esto el doctor Graham? Tiene usted otra cita dentro de veinte minutos y aún no ha comenzado esta.

—No, estoy preparada —le dije, cogiendo el espéculo—. Lo estoy. —Acerqué el espéculo a la paciente, preparada para insertarlo en su vagina, pero lo dejé caer al suelo.

—Está bien, se acabó. —La paciente se sentó—. Tráigame a otro doctor. Ahora.

Ni siquiera protesté. Me quité los guantes y salí corriendo de la habitación, directa al despacho del doctor Graham. Sabía que estaba allí, y, aunque les había dicho a todos que no lo molestaran hasta después del almuerzo, llamé a la puerta de todos modos.

—¿Es que alguien sabe el significado de las palabras… «No molestar»? —Terminó la frase cuando abrió la puerta—. ¿Les tienes fobia a los coños? ¿Por eso parece que estás llorando por la tarea que tendrías que estar haciendo ahora?

—No. —Solté una risa tonta—. Es solo que…

—Venga, doctora Dupain, puedes completar esa oración si te esfuerzas lo suficiente.

—En pocas palabras, le hice mucho daño a una paciente la primera y la segunda vez que hice una citología. Lo jodí todo, y casi supuso una demanda para el hospital, dos veces. Al final todo se resolvió y el jefe se dio cuenta de que era un error de verdad, pero…

—… las has evitado como a la peste durante el resto de tus prácticas, y ese ha sido el verdadero error…, pero ¿de verdad pensabas que nunca tendrías que encargarte de temas de salud femenina cuando decidiste que te saltarías esa parte esencial del trabajo como médica?

Asentí, y me agarró de la mano para arrastrarme a través de la recepción hacia la zona de ginecología. Entró en la habitación y cogió una historia antes de adoptar un papel que no había visto en él desde que había empezado allí: un médico dulce y compasivo.

—Señora Farmington, soy el doctor Graham, y me gustaría finalizar hoy su examen. ¿Se sentiría cómoda si se lo hago yo?

—Sí. —Se sonrojó—. Por supuesto.

UN MÉDICO SEXY (Adaptación)Where stories live. Discover now