1

319 39 4
                                    

Salir al exterior y ver el colorido paisaje de ensueño de ese sitio, siempre era hermoso para Yeosang. Tras sacudir sus alas, se impulsó para salir de su cómoda cabaña e ir con sus demas compañeros.

—Hola— Saludó con ánimo a los demas que ya hacían sus labores del día.

Algunos de devolvieron el saludo con un movimiento de cabeza, otros lo ignoraron y algunos, sobretodo los de su similar edad, murmuraban de él y se reían. Nada fuera de lo usual, hace tiempo que se ha acostumbrado al tipo de almas que allí habia.

—Yeosang, te buscaba. Hoy iras a los jardines, ve y atiende las flores, verás que hay sacos de semillas y abono, asi que ya sabes que hacer— La supervisora del lugar le dió las instrucciones antes de ir a darles sus oficios del día a los demas.

El chico que cabellos mieles movió la cabeza y tras batir sus alas, fue hacia los enormes jardines. Tras planear su aterrizaje sus alas atenuaron un descenso suave, pero tambien causando polvo que llegó a los demas.

—Ya me ensuciaste de tierra, fíjate fenómeno rojo— Se quejó el ser alado que se sacudía la ropa.

—Lo lamento— Se disculpó, aunque haya sido tambien ofendido.

Acallando su molestia, avanzó hacia las herramientas, sin notar que algunos chicos de su edad lo veían con sonrisas de burla.

—Mira, ya se puso rojo de nuevo— Se burlaron.

Yeosang miró tras suyo, notando que las puntas de sus alas blancas se habian tornado rojas, se sintió avergonzado por ser un fenómeno y aquello causó que el color rojo se acrecentara mas.

Tras las risas de los demas, terminó corriendo para esconderse tras una cabaña. Allí, respirando fuerte, sintió un nudo en la garganta... odiaba ser tan diferente.

¿Pero qué podia hacer?

Él nació asi, con esa rara particularidad que pocos comprendían. Cualquier emocion diferente a la alegría, hacía que las puntas de las plumas de sus alas se pintaran de rojo. Si se sonrojaba, sus alas reaccionaban y se pintaban solas, en su caso todos podian adivinar sus emociones con solo ver sus alas. Si estaba contento, sus alas incluso brillaban. Si estaba enojado, triste, avergonzado, abrumado, solo o enfermo, sus alas se pintaban del color de la sangre.

—Yeosang, te ordené que te encargaras del jadin con los demas— La encargada lo descubrió y tuvo que regañarlo, aunque no severamente.

—Lo siento, ya voy.

El castaño fue a un espacio alejado, estando solo podia trabajar a gusto, sembrar flores nuevas con cariño y soñar con que estas crezcan hermosas y enormes.

Su paz no duró demasiado, pues los alados de su edad se acercaron, al principio solo lanzando pedazos de ramitas u hojas secas sobre las alas que tanto les causaba curiosidad.

—Aun no cambia de color— Dijo con desgano uno de ellos tras lanzar varias ramitas.

—Solo espera— Otro lanzó una piedrita pequeña. —Oye rarito, ponte rojo.

Yeosang trató de ignorarlos lo mas que pudo, hizo enormes esfuerzos por pensar cosas felices y no caer en los juegos de esos chicos, pero era tan dificil ignorar sus burlas.

—Oye tú, debes obedecernos, nosotros sí somos alados de verdad— Le exigió uno de ellos.

Yeosang no pudo ignorarlos mas, porque no soportaba la idea de que todos le recordaran constantemente lo que ya sabía.

—Ninguno que vive aqui es un alado completo, somos semi-alados, incluso ustedes— Les recordó Yeosang, sus alas pintándose nuevamente.

Los demas pusieron rostros serios, la sola mencion no le agradaba a ninguno, porque les recordaba que ellos jamas pisarían mas allá como tal, los semi-alados estaban destinados a vivir en un mundo hermoso, similar al edén, pero sin conocer lo que para todos era un sueño perfecto y mas allá de lo maravilloso, por el solo hecho de ser mestizos.

Alas Rojas | SanSangWhere stories live. Discover now