13. Rojo escarlata

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―Y no lo haré.

―Bien.

Crucé los brazos.

―Bien.

Hubo un silencio breve. Lo terminé de inmediato.

―Lo encontré de casualidad, ¿de acuerdo? Soy curiosa. Hoy revisé mi habitación por puro aburrimiento y ahí estaba.

―¿Así de simple?

―Soy una persona con una inteligencia superior, ¿lo sabe? ―me jacté con la arrogancia que él me contagió.

Con una expresión neutral, Diego dijo:

―Hay una rata.

Corrí detrás de él para usarlo como escudo humano.

―¿Dónde? ¿Dónde?

―No aquí ―reveló, observándome por encima del hombro.

Le di un pequeño empujón y me alejé de él. No podía creer que caí por eso.

―Asno.

―Serpiente, pantera y blablablá. ¿Por qué estamos nombrando animales ahora?

―Lo insulté.

―No me diga.

―Se lo digo —me burlé.

―Sabelotodo.

Tuve que reflexionar al respecto. Diego no era el escritor anónimo. Conocía su caligrafía y su forma de redactar. A menos que las notas fueran un juego perverso de su clan, él no era quien me envió aquí o eso deduje hasta ahora.

―Bueno, ya tuvo su tour por el pasadizo. Es hora de que se vaya.

Se indignó.

―Sabe, usted no es la dueña de la academia. Yo puedo caminar por aquí.

―Tiene razón. Es libre de hacer lo que le plazca ―dije en un tono calmado y falso para que no descubriera que había una salida al final del túnel―. Pero irá sin mí y debo advertirle que vi varias arañas en el camino.

Diego se mordió la lengua a sabiendas de que tendría que rendirse.

―De acuerdo. Iré a dónde usted vaya. Tiene el control y el farol también.

Triunfé. Qué sorpresa. Me dispuse a retroceder para ir de vuelta a mi cuarto. Tenía que cancelar mi misión de escape. Era una pena.

―¿A dónde va? ¿No dijo que era curiosa? ¿No quiere investigar a dónde lleva el túnel?

Mis pies frenaron antes de que pudiera calibrar los riesgos.

Maldije para mis adentros. Sabía que sonaba como un capricho, no obstante, para una chica que no había salido de su casa por más de dieciocho años y terminó atrapada en un internado por otros tres años más, dar un simple paseo nocturno en la ciudad sonaba como ir un parque de diversiones. Valía la pena. No tendría otra oportunidad como esa.

Durante mi niñez, solía imaginar que era la princesa que en los cuentos encerraban en sus castillos y más tarde descubrí que era algo parecido, solo que nadie vendría a rescatarme porque no me protegían del mundo, protegían al mundo de mí.

Soñaba con ir a miles de sitios, realizar infinitos cambios, y conocer a toda la gente posible, por ende, con mi temperamento y mis habilidades, yo era un peligro.

Aunque había monstruos, estafadores y asesinos en el exterior, también los había en mi casa y yo fui entrenada por ellos para ser uno, mientras que todo lo que quería era sacarlos de mi camino. Al final, era igual o peor que ellos, solo que mis objetivos eran distintos.

ConstruidosWhere stories live. Discover now