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6. El mapa de las sombras

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Incluso para mis estándares, era demasiado.

Me quedé despierta toda la noche, volviéndome loca. Estuve toda la maldita madrugada sin pegar un ojo. Mis salvajes pensamientos no me permitieron disfrutar de los sueños que pude haber tenido.

Luego de que regresé a través del pasadizo secreto, tuve que apurarme para dejar mi habitación como estaba antes de descubrir que existía porque el ruido podía alertar al guardaespaldas de turno y, bueno, si deseaba mantener la nueva información a salvo, no podía llamar la atención.

Por lo tanto, anduve por los metros cuadrados que conformaban mi dormitorio, maquinando sobre quién pudo enviarme la nota y anhelando gozar de otra oportunidad para investigar los secretos de la academia. Tuve que contenerme, como siempre, hasta que llegó el amanecer y el toque de queda cesó.

Por lo menos pude relajarme al plasmar todas mis preocupaciones en mi diario íntimo.

Clara anunció su llegada e ingresó con candidez. Mis tres damas no solían venir juntas a menos que se tratara de un asunto de suma importancia y se turnaban para prestar sus servicios. En resumen, Clara me asistía durante las mañanas, 179 en las tardes y 181 tras la finalización de las clases. Pero a veces se turnaban.

—Oh, ya estás levantada —articuló Clara algo sorprendida de verme con mi cara perfectamente maquillada para que pareciera que era natural. Además, estaba enfundada en un vestido informal de color verde oliva con pequeñas flores bordadas que llegaba hasta mis rodillas y destacaba mis elegantes sandalias con tacón—. Vine a avisarte que él ya ha llegado. Si quieres, puedes ir a recibirlo en las puertas de la academia o...

Me alegré enseguida.

—No, iré yo.

—Y debo informarte que hoy se cancelan las clases por la presentación de los delegados —agregó ella, alzando sus cejas con entusiasmo—. Tienes que venir aquí temprano para que nosotras podamos ayudarte a arreglarte. La fiesta de bienvenida será al atardecer.

Aquello me recordó que el escritor anónimo no fue lo único que me impidió dormir. Los delegados arribaban ese día y, por ende, mi futura y desconocida pareja también.

Había evitado pensar en eso. Me concentré en la competencia de Construidos porque era lo más importante, mas no debía dejar de lado el hecho de que también se desarrollaría un juego de tres años en el que varios pretendientes prácticamente lucharán por la posibilidad de casarse conmigo. Sería igual con mis compañeros, solo que ese era su asunto.

Mentiría si dijera que no había reflexionado acerca del concepto del matrimonio y el linaje. Lo había hecho. Si tuviera la oportunidad de olvidar los intereses políticos, no habría cambiado mi opinión personal al respecto.

Necesitaba confiar mucho en la persona con la que me casara, más que nadie en el planeta, y, principalmente, tenía que ser alguien con quien fuera libre y pudiera ser yo misma. Aparte, sí, quería formar una familia en un futuro muy lejano, solo que no hasta que me sintiera segura, completamente segura de que había hecho hasta lo imposible para que mi familia y yo viviéramos en un mundo que valía la pena.

Sin embargo, a la ley de Idrysa le importaba muy poco lo que yo anhelara y debía conformarme con quien fuera el mejor candidato para elaborar una alianza que beneficiaría a mi clan. Las opiniones de las demás personas eran más importantes que mi propia vida, aunque yo también fuera un ser humano.

—Así que, ¿necesitas algo más?

—No, por ahora, no —respondí con sinceridad y tuve que pausar para cuestionarme si preguntarle lo siguiente o no—. Oye, ¿alguna de ustedes dejó algo aquí anoche?

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