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Arreglo el cuello de mi camisa blanca inmaculada con esmero y dedicación

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Arreglo el cuello de mi camisa blanca inmaculada con esmero y dedicación. Me miro en el espejo más veces de las que quiero admitir y uso el único perfume que empaqué junto a mi ropa interior.

La imagen que me devuelve el espejo no es la del hombre rencoroso en el que me he convertido desde que tengo uso de razón y esa es una ventaja; Veronika Harris debe ser conquistada por un hombre dulce, amable y seguro de sí mismo, sin traumas infantiles y sin la venganza como combustible de vida.

Reconozco que cuando llegué con las bolsas de comida al sitio donde aparca no estaba en mis planes quedarme por tanto tiempo hasta que vi cómo transformaba una mesa destartalada y un par de troncos en un bonito espacio para almorzar.

A pesar de que mi cabeza me decía que esta era una misión que podía salir mal, confiaba en mí. Necesitaba que creyera que era un tipo común, atento a sus necesidades, correcto. No contaba con mucho tiempo en mi haber por lo que aprovechar las oportunidades a su lado era mi mejor activo.

Y debía asegurarme tener su total atención.

Quería cogerla con la guardia baja, que me contara sobre su padre, que se abriera a mí; acostarme con ella, volarle los sesos -sexualmente hablando - y dejar una huella dolorosa e imborrable de mí una vez que consiguiera datos sobre el monstruo que me quitó a mi madre. Perpetrar mi inescrupuloso plan.

Que cada puto día de su existencia desearan morir: ella, por su corazón destrozado y él, por ver cómo su hija se desmoronaba sin poder intervenir. Que la culpa lo consumiera, que me pidiera perdón de rodillas, hecho una basura a mis pies.

Cuando el tonto cantinero apareció con un contenedor de comida, mi estrategia trastabilló. No quería que estuviera cerca de ella, mucho menos que tratara de conquistarla. No podía permitir que Veronika se distrajera con el cortejo de otro hombre.

Sé que no hará falta mi arma reglamentaria, pero la guardo por las dudas en la cintura de mi pantalón. Uno nunca sabe en estos pueblos pequeños si será necesario entrar en acción; un revoltoso o un agitador molesto no conoce de jurisdicciones.

Camino las calles que me separan del restaurante cuando unas cuantas motocicletas aparcadas en la puerta me anticipan el panorama: un populoso grupo de moteros ha elegido este bar para divertirse y comer bien.

Es conocido que muchos de estos tipos suelen tener problemas con la ley y huelen a los agentes a la distancia; espero no estar en servicio activo durante la cena y olvidar que la placa me acompaña día y noche.

Entro al restaurante cuyo aspecto exterior me recuerda a los del Lejano Oeste y, efectivamente, confirmo que el grupo mayoritario se encuentra jugando al billar, en tanto que otros beben la cerveza de la casa, más dispersos. Son ruidosos, aunque de momento, controlados. Extiendo mi cuello en busca de la doctora, sin éxito. Evidentemente, ha tenido muchos pacientes después de mi retiro.

Efectúo un repaso del escenario, viendo los lugares disponibles, la salida de emergencia y la cercanía a los sanitarios.

―Hola, lindo ―dice la camarera pelirroja. Hoy no lleva una blusa blanca, sino una sudadera negra de Aerosmith anudada bajo sus tetas dejando un trozo de abdomen a la vista. Tiene un seductor piercing en el ombligo ―, la doc no ha llegado todavía, si es que te lo estás preguntando, claro.―¿Tan evidente soy?

"Soy tu venganza" CompletaWhere stories live. Discover now