PRÓLOGO

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Eda Yıldız:

5 AÑOS ANTES

Cualquiera que pueda verme desde el exterior, tendría el pensamiento de que tan solo soy una mujer simple y feliz que pasea por las calles de Boston, Massachussets, disfrutando del día extrañamente soleado que hace hoy. Y sí, no puedo decir que este no se esté convirtiendo en el paseo más agradable de toda la semana, pero se aleja bastante de la sensación de estar disfrutando de él.

Summer Street es una de las calles más concurridas de la zona, y también contiene el Starbucks más cercano al edificio en donde trabajo. Quizás por eso acelero el paso a un ritmo vertiginoso, consciente de que la afluencia será desorbitada, y tan solo dispongo de 20 minutos para que termine el único descanso que tendré durante todo el día, ¿no es encantador?

Así que más le vale al universo colaborar un poco con mi dependencia al café y no poner ante mí una fila desmesurada de personas que también buscan su buena dosis de cafeína con la que superar el día. Algo que no me importa tanto como el hecho de que arrasen con todas esas increíbles galletas llenas de chips de chocolate. ¡Dios mío! Es como si fueran totalmente diferentes en este establecimiento del resto a los que he acudido. Quizás porque siempre es al que voy cuando más las necesito.

Y tal vez por eso es que desde hace una hora solo soy capaz de pensar en devorar una de ellas como si eso fuese a hacer que mi día mejorase mágicamente. Imposible, pero no pierdo nada con engañarme a mí misma.

Aumento el volumen de mis auriculares al presionar un botón del móvil y dejo que; "Mientras me curo del cora" de Karol G, inunde mis canales auditivos. Tan solo necesito dos segundos para cerrar los ojos, sonreír y tatarear suavemente el ritmo que da comienzo a la canción de la semana. Fingir que el estrés ha desaparecido de mi vida y que sí, puedo ser esa persona feliz y relajada que disfruta de un día espléndido.

Es increíble como a mis casi 25 años de edad he cumplido el sueño de trabajar en aquello que más amo. Sí, tan solo llevo cuatro meses como editora de DoitDid, pero el simple hecho de mencionar el nombre de la editorial para la que trabajo es sinónimo de orgullo. Son muy pocos los que lo consiguen, y yo he sido un milagro entre todos ellos.

Trabajar aquí solo puede significar que cada día estaré más cerca de llegar a cumplir mi sueño de ser directora editorial y, ¿quién sabe? Tal vez en un futuro, con ello consiga llegar a publicar mi propio libro.

El problema es que cuando eres nueva en un trabajo, no te queda de otra que ser el eslabón más débil e invisible de toda la oficina. Es como si la gente diese por hecho que estoy ahí para ayudar a todo el mundo y trabajar el triple que ellos, algo que no termino de asumir demasiado bien. Si sumamos el incidente usual de que mis compañeros me encarguen el triple de trabajo del normal al hecho de que mi jefe no conoce mi nombre, llegamos a la terrible explicación de por qué sólo tengo 20 minutos libres durante todo el día laboral.

Lo de mi jefe podría resultarme gracioso si no hubiesen transcurrido cuatro meses desde que me presenté de manera formal. Es como si en su cabeza hubiese quedado olvidado el hecho de que me llamo Eda, o tal vez, solo quiere sacar mi peor versión al referirse a mí como Eva.

No importa que actualmente sea la persona que más tiempo invierte en esa editorial, para él parezco ser un simple objeto decorativo de la oficina.

¡Uff! Es totalmente normal que esté agobiada y estresada por la cantidad de trabajo que me imponen a la vez del que quiero llevar por mí misma. Lo raro es que no haya comenzado a perder pelo y aún consiga tener tiempo libre los fines de semana, a pesar de que muchas de los días las carpetas solo parecen acumularse en una de las esquinas de mi escritorio. Cuando eso sucede, resulta que el jefe tiene más de dos o tres palabras que dirigir a "Eva" junto a una mirada llena de disgusto. ¡Yuju!

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