08: El laboratorio

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Viernes 14 de diciembre, 2022

¿Os acordáis de la sensación de confusión que sentíais de pequeños cuando os dormías en el coche y te despertaba a la mañana siguiente en tu cama?

Exactamente así me sentía yo.

Me desperté en la cama de mi habitación confundida. Recordaba haberme dormido en el sofá. ¿Por qué me he despertado en mi cama?

—¿ANDY? —grité desde el pasillo intentando llamarle.

Oí pasos subiendo las escaleras.

—¿Me ayudas a bajar las escaleras porfi? —le rogué

—¿No te duchas antes? Te he preparado el agua en la bañera para que no tengas que ducharte de pie.

—Gracias Andy, eres el mejor —dije cambiando de opinión.

Me dirigí al baño con las muletas y me duché. Luego fui a mi habitación y me puse el uniforme, me maquillé un poco y volví a llamar a Andy para que me cargara a la cocina.

Pero para mí sorpresa, no fue Andy quién vino a ayudarme, sino Mateo.

—Deja de gritar, vas a despertar a mamá y papá, ayer salieron de fiesta y llegaron como a las tres. Déjalos dormir —me regañó—. Ven, yo te llevo

—De eso nada, no me fío ni un pelo de ti, seguro que me tiras por las escaleras o algo —dije din tener mucha confianza en él.

—¿Cómo se te ocurre pensar que yo sería capaz de hacerle eso a mi querida hermanita? —dijo sarcásticamente ofendido—. Además, ya te llevé ayer a tu habitación y no te pasó nada, creo que soy perfectamente capaz de hacerlo hoy —agregó encogiéndose de hombros.

Espera.

¿Había sido él quién me había subido a mí habitación está noche después de haberme quedado dormida en el salón?

Imposible.

¿Podía conmigo?

Me sacaba un par de cabezas, pero no pensaba que estaba tan fuerte. Es decir, tampoco es que yo pesara mucho, pero no lo veía capaz de levantarme.

— ¿Fuiste tú? —le pregunté sorprendida.

— ¿Y quien iba a ser si no?

— No sé, papá o Andy. Incluso mamá sonaba como una opción más razonable.

— No creo que esas sean formas de tratar a alguien que ha impedido que te levantes hoy con cuarenta contracturas —exageró—. Lo mínimo que podrías hacer es darme las gracias. Yo no hago favores gratis.

Rodé los ojos. Ahí estaba otro vez el Mateo que yo conocía.

—Gracias —dije entre dientes.

—¿Cómo dices? No te oigo —dijo con chulería.

—Gracias —acabé cediendo.

El rostro de Mateo se iluminó con una sonrisa de satisfacción.

—Dale también las gracias a tu "amiguito" Lucas —dijo remarcando la palabra amiguito—. Casi a las cinco de la mañana me llamó ayer contándome que estabas en el sofá porque no habías sido capaz de subir las escaleras —Me explicó— La verdad es que me pareció bastante patético cuando me lo contó, y no me apetecía nada levantarme de la cama. Pero me insistió mucho y no te iba a dejar ahí tirada —agregó.

Pues al final no había sido Lucas el que había venido hasta aquí para llevarme, pero había sido él quien había hecho que me llevaran a mi habitación.

Romance de VoleibolWhere stories live. Discover now