—Debió ser muy duro, para ti y para Rob, el seguir adelante luego de todo lo que tuvieron que vivir allá en el frente.

—No es algo de lo que te recuperes fácilmente, vas a terapia, grupos de ayuda, pero las cosas toman su tiempo. Yo traté de seguir adelante, dejar la guerra atrás, pensé que Rob también, creí que Zoey lo haría sanar y finalmente dejar todo en el olvido de una vez por todas, pero él era diferente, Rob era un guerrero, cambio los desiertos y las dunas de Khalahak y se involucró en el caos de las calles. Cuando me enteré de que él se vestía como un maldito loco y saltaba de techo en techo lanzando flechas como como si la ciudad fuese un jodido campo de tiro... —negó y se mostró molesto—... me enfurecí de verdad, y más cuando supe que Zoey estaba con él, involucrarla fue algo estúpido, la convirtió en un arma viviente, cuando ella lo único que necesitaba era tener una vida normal. Jamás le pude perdonar eso.

—¿Entonces, por qué lo ayudaste? ¿Por qué nos ayudaste?

—No se deja un soldado atrás —sonrió ligeramente—. Eso lo aprendí muy bien. Cuando supe que no se detendría entonces actué, si no podía evitar que se lanzara a los golpes contra los malos, entonces al menos lo ayudaría a que no lo asesinaran. Comencé a crear artefactos, equipo y demás cosas que lo ayudarían con su cruzada como justiciero, pronto me involucré más y más, y cuando menos lo supe ya era mi guerra también. Pero aun con todo eso jamás lo apoyé en el frente, lo dejé luchar solo —hizo una pausa y mientras miraba el cielo una profunda tristeza se vislumbró en sus ojos—. Y cuando lo mataron, me rompí, quizás pude haberlo ayudado o no lo sé, tal vez hubiese sido mejor que yo muriera y no él, pero no actué... no fue hasta que murió que finalmente actué, quizás no lo apoyé en el campo de batalla, pero definitivamente no los dejaría a la deriva a ustedes. Luego de todo lo sucedido me hice la promesa de que cuidaría de Zoey, de ti, y de todos ustedes, y es una promesa que me pienso llevar hasta la tumba.

Jamás había escuchado su versión. Había estado tan ocupado lidiando con los problemas de ser un héroe, que jamás había volteado a ver a aquel hombre, había sufrido y perdido casi tanto como ellos, y si bien era parte vital del equipo, no se había detenido a pensar que era gracias a él que aún seguían con vida. Quizás Rob Derickson ya no estaba con ellos, pero que Howard Reed seguía bastante presente, y ahora más que nunca Alex estaba seguro de que no los dejaría a la deriva por nada en el mundo.

—Llegaremos en un par de horas y después trataremos de encontrar a la gente de Rei, te aconsejo que descanses un poco, quien sabe si puedas hacerlo después.

—Claro —se levantó, pero antes de salir regresó su mirada hacia él—. Howard.

—¿Sí?

—¿Las pesadillas se acaban?

—No hasta que las enfrentes.

No dijo nada más, tan solo se limitó a asentir y a regresar al puente para seguir descansando un poco. Al cabo de un par más de horas divisaron entre el océano un hermoso paisaje insular que pronto les indicó que finalmente habían llegado a su destino, cual si se tratase de alguna clase de reino surreal emergido de entre la neblina y el mar se vislumbró el inmenso espesor verde de aquella nación, así como también la imponente montaña de punta blanca que tan representativa era de aquel país y que acaparaba la vista por encima de todo. Howard modificó el camuflaje defensivo de la nave para que pudiesen pasar con total inadvertencia por encima de la capital principal sin llamar la atención de nada ni nadie, casi como si fuesen en un navío espectral que surcaba las nubes. Justo desde las alturas, los edificios y las luces se mezclaron en un espectáculo sacado de algún sueño, con añoranza miraron el paisaje y como todo se veía tan diferente y hermoso, un calor reconfortante les invadió, así como también una sombra cargada de nostalgia por dejar atrás su hogar.

LOS PROTECTORES: Los CondenadosWhere stories live. Discover now